Estoy perdida entre velas perfumadas y agua que se desliza por mi piel que descansa encima de una nube blanca y espumosa. De repente la nube donde estoy, se deshace y caigo a toda velocidad atravesando miles de sonidos hasta que solo oigo una canción. Mi canción favorita. Se apodera de mi cuerpo y no puedo evitar bailar. El cielo se llena de colores y el viento mueve mi pelo. Aterrizo en una pista de baile con mis amigos. Los chicos que no conozco se me tiran encima. Bailo como si no hubiera un mañana y me rio igual. Beso al chico más guapo de la fiesta. Todo va genial pero de repente aparece un manto blanco delante de mí y veo a mi familia. Copitos con forma de estrella caen sobre mis párpados enganchándose en las pestañas. Está nevando y hace frío, no como hace unos segundos. Me envuelvo con una manta y me tumbo al lado de una chimenea con los míos. Miles de recuerdos pasan por mi mente. Me quedo perpleja mirando el fuego, que cada vez crece más y más hasta que me quema y aparezco en una clase y cincuenta mil libretas. Cojo la de matemáticas y mi lápiz rosa y escribo. Mi sien se arruga. No estoy entendiendo nada y estoy sola. La libreta se hace más grande y los problemas aumentan. Poco a poco el estrés se apodera de mi y siento la rábia en mis manos, porque tengo los puños cerrados con tanta fuerza, que me hago sangre; pero no consigo aflojar. Lloro y otra vez, miles de recuerdos pasan por mi cabeza, aunque no tienen nada que ver. Ahora todo es negro. Aprieto los dientes y cierro los ojos con fuerza para parar los ríos que caen por mis mejillas. No veo nada. Está oscuro y algo me roza el cuello. Se me eriza la piel y grito. Tengo miedo y no consigo articular palabra. Me autoprotejo y tarareo una canción. Mis latidos se calman, pero algo me vuelve a rozar. Grito de nuevo, pero ésta vez digo algo. Estoy amenazando a algo o a alguien para que no se acerque a mí. Respiro hondo. Huele mal. Fatal. Estoy en un lugar indescriptible. No sé ni lo que veo. No sé lo que pensar. Solo me doy cuenta de que estoy vomitando y los ojos me lloran. La garganta me escuece y me da asco estar ahí. Me repugna. Me quiero ir. El corazón se me acelera de nuevo y nuevas arcadas aparecen. Me quiero ir ya. Cierro los ojos y cuento hasta tres, esperando que cuando acabe, esté en otro sitio. Pero tengo miedo de que no haya dado tiempo suficiente, así que cuando lleguo al tres, sigo hasta el diez.
En mi cama. Estoy en mi cama. Blanda como una nube que huele a vainilla, con sábanas blancas y envuelta de cojines de colores. Sonrío y me vuelvo a dormir.