La llamaban la domadora de sueños porque por las noches, se colaba entre ellos y los dominaba. Tenía una vida paralela. Vivía entre sueños, sueños que creaba y deshacía ella. Y no solo eso. Podía entrar en los de quien ella quisiera. Pero todo tenía un precio. Al vivir en esos dos mundos, la realidad y la ficción de su mente, no dormía. Nunca. Y acabó muriéndose por falta de descanso, esperando a que el sueño, algún día, viniese a buscarla.