En una habitación de roca dura, sentado en una silla de madera frente a un escritorio de piedra un hombre de un metro y ochenta centímetros de largo, escribe una carta, este hombre es de cabello rubio castaño, ojos color verde que adornan su bello rostro cuadrado de piel blanca, el cual, aveces, parecía imitar un color rojizo, el hombre está cubierto por una larga capa hecha de distintas pieles de animales, ocultando el resto de su vestimenta, la capa en ocasiones deja ver unas fuertes manos callosas con las venas marcadas, señal de haber sido usadas para labores que las terminaron dañando y endureciendo.
Aquel hombre mira su carta, y un sentimiento de desprecio y frustración lo invadieron, haciendo que esté rompa aquel papel con una gran fuerza, tras eso el se para con fuerza de su asiento, haciendo que su capa se mueva furiosa y revele una armadura de placas de color gris con un brillo similar al oro puro, con una cruz de color rojo adornando su peto por el frente y la espalda.
— Esto no es suficiente, ella merece algo mejor, tal vez el jardín funcione...
Se dice así mismo el hombre, mientras esté siente como unas cálidas lágrimas recorren su rostro, dejando marcas de su presencia, haciendo que un irresistible sentimiento de desolación lo haga sentarse en una esquina para poder abrazarse a si mismo, observando el resto de la habitación el piso de madera que busca hacer sentir aquella recámara un hogar para aquel hombre, la cama cuya cabecera está pegada al centro de la pared derecha, llena de bolas de papeles y el casco de la armadura, al lado de la cama hay una mesita de noche con una lámpara y una foto no visible por la luz que genera aquella lámpara.
—Me gustaría que estés a mi lado, verte una vez más y decirte que te amo.
—Adan, abre la puerta, debemos ir a esa reunión.
—Ya voy. — Su tono de voz se haría uno seco, en un cambio radical de actitud mientras abre la puerta dejando ver a Azrael, el ángel de la muerte, el cual va vestido con una armadura de placas de color negro, con su rostro parcialmente cubierto por la capucha de su capa blanca y resplandeciente, dejando ver únicamente una sonrisa calmada que hace sentir cómodos y a salvo a los demás.
—Apúrate viejo amigo, mis hermanos nos esperan. —El arcángel apuraría al humano para acto seguido retirarse, mientras Adán solo lo ve alejarse calmadamente como si tuviera toda la eternidad para eso.
—Debi preguntarle...No, no vale la pena...se que ella quiere que la encuentre por mi mismo.... —Se dice el hombre, el cual empieza a avanzar por los pasillos de roca del corredor, en el cual Azrael ha desaparecido, dejando a Adán solo otra vez. —Eva...
Azrael por su parte se alejaría del hogar de su amigo, volando con sus hermosas alas grises, llenas de plumas cálidas y reconfortantes, algo que siempre le ha parecido curioso al ángel.
"Pobre Adán, realmente la extraña tanto, y es incapaz de dejar de creer que ella no esté aquí, Oh padre, ¿Por qué eres tan cruel con nuestros castigos?"
Pensó el arcángel mientras sobrevolaba la ciudad del Edén, el lugar a dónde los justos encontrarían el descanso eterno y disfrutarían de todo placer que Dios creo para el mundo, el podía ver a la gente disfrutar de deliciosa comida que nunca acaba, dejándola cuando estaban satisfechos, veía a los amantes mostrarse cariño con besos y abrazos, y observaba una escena que siempre le rompía el corazón, veía a los niños jugar unos con otros, riendo, corriendo y gritando de alegría con sus amigos, una escena que verla en el cielo era triste.
Azrael continúo su vuelo, mientras más pensamientos invadían su mente.
"He traído a cada uno de ellos, los he hecho reunirse con sus seres queridos, pero realmente es injusto lo que le pasó a esos niños."
Aquello era lo que el arcángel más odiaba sobre el papel que su padre le dio, saber que aquellos niños morían jóvenes, el arcángel no entendía como de alguien tan bueno como Adán es que podían salir seres tan crueles como quienes le hicieron daño a aquellos niños.
Adán por su parte tomaría aquel casco que usaba para ocultar su rostro , observando el reflejo de su rostro en este, realmente lo odiaba, odiaba verse al espejo y ver qué era un fracaso, odiaba ver como le había fallado a todos sus seres queridos, Eva, Caín, Abel, Seth, Azura.
A todos ellos les había fallado de alguna manera ya sea pecando o dejando que ellos pecaran.
"Dios, ¿Por qué incluso aquí me has abandonado?"
Pregunto el hombre a su creador mientras dejaba de ver su casco, el cual, antes de salir de aquel lugar donde encontraba un refugio temporal de su eterna vida, se lo coloco sobre la cabeza para así ocultar su rostro del resto de las personas que habitan el cielo, realmente odiaba que lo vieran.
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Angeles Caídos
Acak"Milenios de historia, milenios de vida, y aún así no te puedo encontrar" Adán desde su muerte solo ha podido pensar en una sola persona, su querida Eva, a la cuál no ve desde hace mucho tiempo. Incluso ahora con una personalidad totalmente distinta...