"Dos villanos destinados a odiarse eternamente porque juntos son capaces de arder la tierra y el infierno"
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Romance oscuro
Contenido explícito +18
Lenguaje soez
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-No se aceptan copias de adaptaciones o alguna copa de esta historia.
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GIOVANNI.
Llevo solo unas semanas en Londres y mi primera impresión al llegar aquí es lo frío, tedioso y monótono que es este lugar. Mis recuerdos en esta capital son imprecisos, tras mi partida de esta ciudad siendo un niño, me doy cuenta de que hubo muchos cambios en este lugar. No lo recuerdo así, o es ahora cuando veo la realidad de una ciudad aburrida, grisácea y silenciosa.
Ojeo la hora en el reloj que llevo en la muñeca mientras me entregan la gabardina, sacudo el polvo de la prenda y me lo coloco con tranquilidad. Mis ojos se deslizan por la mujer que está tendida en mi cama, con solo unas sábanas de por medio tapando su desnudez.
—¿De verdad te tienes que ir? —la voz dulce de la mujer resuena por toda la habitación, después de un largo silencio que empezaba a disfrutar.
La ignoro y me enfoco en mi reflejo en el espejo que tengo delante mía, me paso una mano por el pelo y me arreglo el cuello de la gabardina. La mujer aparta las sábanas de su cuerpo, dejándome apreciar su desnudez a través del reflejo. Prominentes curvas, senos redondos, rostro angelical. Trata de llegar a mi, pero con solo una mirada mía se detiene en su lugar.
—Llegaré en la noche —le comento—. Espero no encontrarte en este lugar al llegar.
En los ojos oscuros de la bella mujer hay un ligero destello de decepción, se sienta en la cama y se lleva las sábanas para tapar de nuevo su cuerpo. Con una última mirada que le dedico a la castaña, salgo de mi habitación. Bajo las escaleras para dar paso a la enorme sala que aparece en mi visión.
Paso por delante de todas las personas que trabajan para mi, agachan la cabeza ante mi llegada y colocan las manos en la espalda a modo de respeto.
—Señor, su auto ya está listo —me avisan.
Camino hasta la puerta principal, en donde dos de mis hombres la abren para darme paso. En el momento en el que salgo, cuatro de mis hombres se colocan detrás mía, velando por mi seguridad.
—Don, nuestro objetivo estará a las siete en punto en La medusa —Leonardo se posiciona delante mía, el jefe de mi seguridad. Hombros anchos, complexión atlética y medianamente alto.
—Dejemos que disfrute un par de horas —Me coloco el cuello de la gabardina—. Primero debemos ir a otro lugar.
—¿Usted va a ir...?
—No te incumbe, Leonardo —el chofer me abre la puerta trasera del auto—. Ocúpate de lo que señala tu rango.
—Si, señor.
Leonardo se dirige hacia uno de los autos que están colocados para seguirme por orden suya y, claramente mía. Entro a mi auto, la puerta la cierran de inmediato y no tarda en ponerse en movimiento.