|Capítulo 12|

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AMAIA

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AMAIA

Me deslizo sobre el hielo y hago un Toe Loop que me sale con soltura, de manera limpia, para después caer con mi pie de apoyo. La entrenadora me alaba, aunque apenas puedo escucharla por la melodía que suena a través de los altavoces. La pista se encuentra vacía, solo estamos Zafiro y yo en el inmenso lugar donde es testigo de mi crecimiento en este deporte.

Hoy decidí entrenar un par de horas extras de las que debería ya que las nacionales se acercan, literalmente es en tres días y, aunque la coreografía ya me sale perfecta, siempre hay algo más que perfeccionar. Zafiro pudo haberse ido horas atrás, pero decidió quedarse conmigo para observarme con más detenimiento sin gente de por medio.

Elevo mi pierna por encima de mi cabeza y empiezo a girar todo lo que mi cuerpo me permite. A veces pierdo la noción del tiempo y suelo entretenerme con los giros que logro hacer sin agotamiento físico, sin siquiera darme cuenta que debo acompañar la melodía que resuena en las paredes de este recinto.

Patino por toda la pista de hielo mientras práctico una y otra vez sin descanso. Sé que no debo esforzarme, pero mientras pueda, practicaré todo lo necesario para culminar una coreografía digna de las nacionales.

Zafiro detiene la música y yo lo hago con ella, dando por terminado mi entrenamiento de hoy. Respiro agitada por el constante movimiento que hice durante unos largos minutos donde no dejé de moverme por el hielo, y siento la tensión en los músculos de mis piernas por el esfuerzo.

—Me gusta que pongas empeño en practicar para las nacionales, pero no te esfuerces tanto. No quiero que te lesiones antes de las nacionales —me aconseja cuando llego hasta ella, me entrega una botella de agua que bebo en cuanto me saco el protector bucal.

—Eso no pasará.

—Bien. Mientras no te lesiones, todo estará bien —deja unos cuantos papeles en la silla que se encuentra a su lado—. No sé cómo serán las otras patinadoras de Reino Unido, pero tengo la confianza de que vas a ganar y si no, siempre estás entre las tres primeras.

—Como todos los años —no dudo en auto alabarme, no me avergüenzo y soy consciente de mis capacidades para decir que soy una de las mejores patinadoras de mi país.

—Digamos que hay un noventa y nueve por ciento de que ganarás —musita Zafiro, con un deje burlón en su voz. Ella tampoco duda en alabarme y subirme el ego, ella más que nadie sabe lo que soy y lo que puedo llegar a ser más adelante.

—¿Y el uno?

—Lo quito por descarte.

Curvo las comisuras de mis labios, complacida, y quito los papeles que hay en la silla para sentarme en ella. Empiezo a quitarme los patines para poder tocar el frío suelo y liberar mis pies entumecidos por el esfuerzo.

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