4- Un extraño pedido

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Cómo cada mañana llegó al trabajo aliviada de ocuparse, los pensamientos estaban más que nunca fuera de lugar y su imaginación le jugó un par de malas pasadas. Se encontró conversando con su creacion. Su amigo y confidente, su razón de levantarse cada día.

La noche anterior la luna llena no le había dejado dormir, apenas había cerrado los ojos por media hora y el despertador la hizo maldecir y casi lanzarlo al otro lado de la habitación.
Luna llena de julio habia sido mas brillante de lo usual, le llamaban la luna del ciervo se caracterizaba por los cambios, renovación soledad y capacidad para sobrevivir.

"Mira..la acera de enfrente, vez el gato?"

Preguntaba su amigo. Ela hizo un gesto, estaba ocupada.

"Mira! Es un gato negro..y la persona que va a pasando es supersticiosa.."

La mujer levanto la vista de su trabajo y observó. Un señor que caminaba en la acera de enfrente, vio a gato y quiso patearlo, inmediatamente se tropezó y cayó al suelo en el charco dejado por la lluvia. Se levanto moviendo los brazos furioso. El gato negro lo miro i decentemente y se estiró arqueando el lomo. Le bufó al hombre y este se sobresalto para huir caminando rapido.
Ela contuvo una risita.

Bajó la mirada a los granos de café que revisaba.

"Mira al gato" pidió la voz del hombre a su derecha. Amaba ese tono de voz, algo aspero pero cálido.

Lo ignoró, no era real. Algo le hizo levantar la mirada y vio al gato negro justo frente al mostrador.
¡No era real, no era real!

"Es real...como yo"

-callate- espetó ella

"Vaya, me hablaste, qué cambio?"

-siempre hablo contigo, pero no me escuchas porque sólo lo pienso, imbécil..- masculló ella a regañadientes.

Agradeció que no hubiera nadie en ese momento.

"Que sea invisible no quiere decir que sea telepata." replicó la voz en tono divertido.

-pero no eres real...eres una creación de mi mente, eres mi personaje.- señaló ella, en realidad era agradable hablar con él.

"Soy real, tú me hiciste real.."

-lo dice el hombre invisible que sólo yo puedo escuchar- señaló ella lanzando un grano de cafe al aire.

"Buen punto."

La voz hizo silencio.
Ela se volvió a su derecha, claramente no habia nadie. El gato negro aun estaba presente, sin hacer nada, sólo miraba.
La mujer extendió la mano para tocarlo, tan extraño como era que hubiera un gato negro en el mostrador...pero no habia nadie mas en el local, no importaba
Casi tuvo la mano sobre el animal y este desapareció, como si se hubiera hecho cenizas. No quedo nada.

Ela respiró profundo.
Siempre era así. Veía cosas, pero si se atrevía a querer tocarlas, desaparecían.
A excepción de la voz, esa siempre estaba ahí, a veces hablaba, a veces comentaba cosas o le daba ideas para escribir. Discutía sobre si mismo y su personaje y a veces le hacia reir, pero también llorar.

A veces pasaba un tiempo y no la escuchaba, pero en su lugar estaban otras voces, murmullos, cuchicheos, era como un mercado y zumbaban hablando de todo, quejándose, llorando, acusando, culpando, sólo cuando estaba su amigo cerca de ella las demás voces se acallaban..y cuando Ela dormía.

Algo estaba por pasar. Lo sentía, lo sabia, aunque no podía prever que era, lo más probable es que fuera un fastidio, algo que le robaría la tranquilidad por una temporada. Agosto se acercaba y ese mes era una pesadilla. Siempre.

Y alguien le saco de su ensoñamiento

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Y alguien le saco de su ensoñamiento.
La puerta del cafe se abrió y entro un hombre. Vestia de traje completo, usaba lentes oscuros, un sombrero que tapaba su frente. Cabello oscuro rizado hacia la nuca. Pidió un cafe un normalidad.
Pero habia algo extraño en él, su voz era tan grave que se escuchaba en la tierra. Bajo los lentes oscuros en las orillas Ela pudo ver tenia tatuajes, en los dedos de las manos tambien y aretes.
El calor de la ciudad no era para andar con un traje completo. ¿acaso no tenia calor?
No le dio mala espina, pero era tan extraño que era atractivo y con esa voz más.

-sería todo?- Preguntó la mujer para cobrarle.

-de hecho..queria pedirle un favor- dijo el hombre.

-si, digame - accedió ella pensando que le pediría azucar o más leche o cambio en monedas chiquitas.

-necesito que entreguen un pedido a esta dirección- dijo el hombre sacando una nota con la direccion al oeste de la ciudad.

-claro, café verdad? Cuál sería? Le podemos enviar en uber...

El hombre hizo un ademán para interrumpir de forma amable.

-no, necesito que tú lo lleves, es éste sobre, el nombre del destinatario está escrito junto a la dirección- explicó sacando del interior de su traje el sobre de papel color sepia.

-no puedo llevarlo yo..además no es..

De nuevo fue interrumpida por el hombre.

- te daré doscientos pesos para el uber de ida y vuelta y te pagaré quinientos pesos por llevarlo. - dijo y hecho sacó de su bolsa los billetes, totalmente nuevos, como recien sacados de la fabrica.

Ela los miró. ¿Eran reales? Sacó la pluma para detectar si eran falsos y los marcó ante la vista del hombre. Los billetes eran reales.

-digamos que aceptó- comenzó a decir ella. Un paseo estaba en puerta, pensó para sí- ¿que le hace pensar que lo hare? Usted va a salir por esa puerta y me dejara el dinero ¿no?

El hombre asintió.

-confiaré en usted, por cierto mi nombre es Sol.- dijo con una sonrisa apretada. De nueva cuenta sacó un billete de cincuenta para pagar un cafe se treinta y cinco. -quedese con el cambio- dijo antes que ella pudiera replicar y salio por la puerta con un suspiro.

Ela arqueó las cejas y volteo hacia las cámaras. ¿vieron eso? Pensó hacia sus jefes.
Tomó el dinero y él sobre para guardarlo en su bolso.
El único día que podía llevarlo era en domingo. Lo anotó mentalmente.

💧

El hombre dejó en el café y subió al Mercedes-Maybach Clase S, color negro. El chofer esperaba y apenas cerró la portezuela el motor arrancó.

Sol marcó al numero de su celular y respondieron de la linea una voz de baritono y autoritario.

-está hecho, Sol?

-señor, ya entregué el sobre a la chica...pero se veía un poco perdida.
¿Está seguro que es ella la indicada para romper el maleficio?- quiso saber.

-lo es. - respondieron al otro lado de la linea y colgaron.

Sol echó un última mirada al interior del café mientras el auto dejaba el estacionamiento. Esperaba que tuviera razón, se le acababa el tiempo y su jefe creía que esa era la mujer indicada para salvarlo.

De la mano hacia el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora