NO ME GUSTA DORMIR SOLITO

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Tsumiki se había ido de pijamada a la casa de una amiga de la escuela. A Satoru le emocionó tanto la idea, que cualquiera podría pensar que el que se iba de pijamada era él. Cuando la niña le pidió permiso, el joven tutor no esperó un segundo para darle su completo consentimiento.

—¡Una noche de chicas! ¡Qué divertido! —dijo dando aplausitos— Claro que puedes ir.

Tsumiki tenía muchísima ropa, pero Satoru se empeñó en comprarle un hermoso pijama nuevo: de tela afelpada rosada, adornada con ositos dormilones, unas pantuflas y una mochila a juego para que metiera ahí lo que ella quisiera llevarse. Además, compró para todas las niñas de la fiesta en pijama cintillos de hadas, galletas de chispas de chocolate, jugo de durazno y palomitas de maíz.

—Señor Gojo, mi amiga dice que ya habrá cosas para comer. No compre usted nada.

—¡No te preocupes, mi pequeña Tsumiki! Es un regalo que llevarás de mi parte.

La niña fue llevada de la mano de su tutor hasta la casa de la amiga, donde se despidieron con un abrazo y un besito.

"Hasta mañana, señor Gojo"

Si Tsumiki tenía hoy noche de chicas, ¿por qué él y Megumi no podían hacer lo mismo? Satoru Gojo le propuso a su bebé tener una noche de películas divertidas acompañada de golosinas, pizza y refrescos, usando pijamas de dinosaurios.

Megumi ni le respondió, solo miró hacia algún punto fijo de la cocina, con expresión cansada. Ese señor Gojo tenía unas energías increíbles, siempre quería hacer cosas y él solo quería leer libros de cuentos en la tranquilidad de su habitación.

—Podemos ver la de Intensamente, ¿qué opinas? Mi pequeño Megumi.

—Bueno.

Al menos la película que verían era de su agrado.

Megumi se puso el pijama de dinosaurios que le compró el señor Gojo, con unas medias afelpadas color verde. Fue hasta la sala, donde ya estaba preparado el sofá cama con mantas y cojines, la pizza en el medio, sus vasos de dibujitos llenos de refresco y muchos paquetes de golosinas abiertos.

—¿Ese es otro televisor, señor Gojo?

—Por favor, no me llames así. Me puedes decir Gojo, a secas —le decía Satoru, buscando en el Disney+ la película—. Y sí, es otro televisor ¿te gusta?

Megumi no entendía por qué su tutor se empeñaba en comprar aparatos nuevos cada tres meses. Uno más increíble que el anterior.

La película comenzó y comenzaron a comer todo, Satoru era muy ruidoso para el gusto de Megumi, a su tutor le gustaba comentar lo que iba pasando, se reía fuerte, le hacía preguntas y lo miraba cada cierto rato para ver qué estaba haciendo. El niño de dio cuenta que con las luces de la sala apagadas y con la única iluminación de la tele, Satoru Gojo se veía mucho más joven, parecía un adolescente de quince años. Más que todo por el pijama de dinosaurios azul que tenía puesto. Se veía como alguien muy feliz.

Era todo lo contrario desde la perspectiva de Gojo, que veía a Megumi como un niño más grande de lo que en verdad era. Lo notaba siempre melancólico, callado, retraído. Era como alguien con personalidad muy triste. Incluso, cuando sucedían cosas graciosas, Megumi no se reía como otros niños. Eso le rompía su corazoncito a Gojo.

—¿Quieres ver otra peli, Megumi?

—Tengo sueño.

—¡Bueno! —respondió Gojo alargando la "e"— Entonces vaya a cepillarse los dientes.

—Ya lo sé.

Megumi Fushiguro se fue al baño y Gojo comenzó a recoger las cosas pensando que el chico tenía un gran caparazón que no dejaba pasar a nadie, ya tenían meses viviendo juntos y él de verdad hizo de todo para agradarle, para que lo viera como a un hermano o una figura adulta en la que confiar. Pero el pequeño Megumi no daba su brazo a torcer, solo se acercaba a él o le hablaba era porque sí logró conseguir el amor de la princesa Tsumiki, como le decía él cariñosamente a la niña.

La hora era tarde para un niño como Megumi, pero para Satoru Gojo todavía estaba algo temprano. Así que lo mandó a cama y él se quedó mirando una serie en la tele. Pero, gracias a sus seis ojos, Gojo se dio cuenta que el niño seguía despierto después de una hora.

Megumi se había ido a dormir con una sensación extraña: no estaba Tsumiki pero la pasó muy bien viendo películas con el señor Gojo. Sin embargo, luego de apagar la luz y arroparse, no lograba conciliar el sueño. Le hacía falta su hermanita, sin ella la casa se sentía vacía y no era lo mismo irse a dormir sin que ella entrara al cuarto y le leyera algún cuento.

A lo lejos escuchó el sonido de la televisión encendida, el señor Gojo todavía estaba despierto.

No supo por qué, pero caminó hasta el sofá con un puchero en la boca y los ojos cansados.

—¿Qué pasa? —le preguntó Satoru con ojos amables. Esa mirada siempre desarmaba a Megumi.

—Tsumiki.

A Satoru se le derritió el corazón, después de todo Megumi era un bebé chiquito. Le explicó amorosamente que su hermanita regresaría en la mañana y que esta noche tenía que dormir sin sus cuentos. Mintiendo con que a él también le costaba mucho dormir solito.

—Pero usted siempre duerme solo, ¿antes dormía con alguien?

—Sí, hace mucho tiempo.

Por primera vez Megumi sintió pena, no se imaginaba durmiendo sin los cuentos de su hermanita todas las noches. Seguro al señor Gojo le quitaron a su hermana o hermano.

El niño lo abrazó, diciéndole que podían dormir juntos hoy.

Satoru apagó la tele mientras Megumi buscaba su peluche de perrito, yéndose a la elegante habitación de su tutor, que tenía una cama grandota y muy cómoda. Ahí se acostaron los dos, con un abrazo bajo la cobija.

—Señor Gojo, ¿me cuenta un cuento?


Recuerdos de "Mi Bebé"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora