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Cansada de que en la gran mayoría de los fics que he leído, escriban a mi precioso adolescente Satoru como un tipo insoportable, he decidido escribir una historia que relatará algunos episodios de la vida de Gojo adolescente y Megumi niño con su hermana Tsumiki. Será un trabajo lleno de brillitos, risas, gomitas y cositas bonitas.

Esperando que les guste y me acompañen en este nuevo escrito, les presento "La infancia de mi bebé"

El día que Satoru Gojo conoció a Megumi Fushiguro pensó que solo sería un encuentro aburrido con un enano de primer grado de primaria que tendría las rodillas raspadas, la cara llena de mocos y restos de caramelo en sus labios. Ya se imaginaba que el niño ni siquiera sería capaz de entender lo que iba a decirle, tal vez se pondría a llorar cuando le contase que mató a su padre...

De camino a aquel mugriento barrio en donde le habían informado que vivían los hermanitos Fushiguro, ya hasta se estaba arrepintiendo de aceptar la última voluntad de Toji. Pero ni modo, tenía que hacerlo, era un hombre de palabra y ya estaba en negociaciones con los Zenin.

La calle donde vivían los abandonados menores, tenía vereda desquebrajada y llena de maleza, basura en las esquinas y un olor medio raro. Arrugó la cara, pero de inmediato cambió su expresión al vislumbrar a un pequeño niño de cabello negro y puntiagudo.

—Hola, niño ¿Eres Megumi Fushiguro?

—Y usted, ¿quién es? ¿y por qué tiene esa expresión en la cara?

Satoru Gojo esperaba cualquier cosa menos que estaría ante la viva imagen del tipo que había matado con su primer vacío púrpura. El tipo sin energía maldita que casi lo mandaba al otro mundo. Era igualito. Solo que, con la carita más chiquita, los ojos azules índigo y un cuerpecito endeble y flacucho. Se sintió raro porque era muy tierno de ver, pero al mismo tiempo le causaba algo de repulsión.

¡Era un mini Toji!

Satoru pensó que lo mejor era ser directo, hablando sin muchos rodeos del clan Zenin, de por qué Toji Fushiguro dejó a su familia de hechiceros y tratar de ser amigable con este pequeño niño que usaba ropa grande y vieja, niño que seguro ya tenía despiertos sus poderes y que ahora lo veía con cara de aburrimiento, sin responder absolutamente a ninguna de sus preguntas. Pero bueno, ni modo, ahora le iba a contar que él era el causante de...

—No me importa —le respondió tajante Megumi chiquito, con verdadero resentimiento en sus palabras—. No me interesa dónde esté ni lo que esté haciendo. No lo he visto en años y ni siquiera recuerdo su cara.

"¿No lo ha visto en años y el apenas tiene seis? Esto es peor de lo que me imaginaba" El pequeño Megumi siguió hablando de cómo el sinvergüenza de su padre los había dejado botados, al igual que la mamá de Tsumiki, adultos que los dejaron a su suerte, viviendo en un cochinero, sobreviviendo a base de caridades.

El muchacho se retiró de aquel lugar meditando que debía ser fuerte, porque ahora tenía el corazón roto en mil pedazos, ¿qué clase de hijos de puta dejaban botados así a dos niños? ¿Por qué una niñita como Tsumiki tenía que hacer las labores del hogar, estudiar y hacerse cargo de su hermanito? Ella tampoco era tan grande...

Esa noche, Satoru les envió comida por delivery con una nota diciéndole que se prepararan porque ahora él era su tutor legal y el día siguiente se iban a cambiar de casa, un bonito condominio que adquirió para ellos tres.

No sabía cuáles eran los gustos de esos niños, pero compró un montón de cosas para Megumi y su hermanastra: ropa, zapatos, juguetes, libros, peluches y los mandó acomodar en las respectivas habitaciones de cada uno de ellos.

Además, ya tenía todo listo para cambiarlos de escuela, comprados y planchados los uniformes, maletines, útiles escolares. Tener dinero y empleados facilitaba muchísimo las cosas. En una tarde lo arregló todo.

Desde hoy nada les faltaría a esos niños y, aunque sabía que era un hechicero ocupado, haría todo lo posible por pasar tiempo con ellos para darles el amor que no habían recibido.

No es como que él fuese el más experto en recibir amor, porque desde que nació solo fue visto como la promesa de la hechicería moderna, recibiendo algunos mimos si acaso de su madre, pero bueno, eso era otra cosa.

Satoru se prometió dar lo mejor de sí mismo, aunque a su manera, para hacer felices a esos niños. 

Recuerdos de "Mi Bebé"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora