Reunión de Padres

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—¿Quién es ese joven?
—¿De quién será hermano?
—¡Es muy guapo!
—¡Es precioso!
—¿Viste sus ojos?

Las miradas curiosas de las mamás no dejaban de posarse en el joven Satoru Gojo. Sus cuchicheos inundaban el salón de clase y es que era imposible no hablar de él. No podía ser el papá de alguno de los niños, era muy joven; tampoco se parecía físicamente a alguno de los pequeños alumnos, era muy blanco y de ojos preciosamente azules.

—Nadie ha venido a saludarlo.
—¿Se habrá equivocado de salón?
—¿Tendrá novia?

Las voces de las madres llegaban a los oídos del pequeño Megumi, quien tenía la cara enterrada en su libro, evitando a toda costa hacer contacto visual con su tutor. Desde que lo vio pasar por la puerta sintió desmayarse y es que, desde hacía un buen tiempo, nadie asistía a las reuniones de padres y representantes de los hermanitos Fushiguro. No estaba acostumbrado.

Pero claro, eso había sido en su otra escuela. Antes de la inesperada llegada a su vida de ese muchacho alto, flaco, con pelo blanco y lentes oscuros.

"Por favor, que no me salude. Por favor... por favor"

—¡HOLA! MI PEQUEÑO, HERMOSO Y PRECIOSO MEGUMI —Satoru Gojo de repente apareció a su lado, agachándose para quedar a su altura y con una enorme sonrisa buscando la mirada del niño que seguía con la vista fija en las letras del libro. Su carita se tiñó de rojo, quería gritarle que se fuera, pero de su boca no salió ni una palabra— ¡Te traje algo para comer!

Megumi no dijo nada.

—¿No quieres? —continuó Satoru, con la carita triste— Pensé que estaría bien un jugo y una galletita...

—¿De cuáles? —gruñó el niño.

—¡De animalitos!

Sin mirarlo, le quitó el paquete de galletas murmurando un "gracias" casi ininteligible. Le gustaban mucho las galletas con figuritas.

—Espero que no me digan que te has portado mal. Aunque lo dudo, ¡si estás aprendiendo de mí! —Satoru le acarició el desordenado cabello de erizo, produciendo que la carita de Megumi se pusiera aún más colorada—Bueno, ya tengo que irme al fondo del salón. La reunión está por comenzar.

Cuando el joven Satoru regresó a su lugar, las mamás seguían mirándolo. Él les sonrió amablemente a dos mujeres que estaban muy cerca, sintiendo una de ellas que se le derretían las piernas.

—Así que usted viene con el estudiante nuevo —le dijo una mamá—, ¿es su hermanito?

—¡Es mi bebé! —respondió Satoru, abriendo una paletita de dulce para llevársela a la boca, sin fijarse en el rostro confundido de la mujer— Y es muy inteligente, estoy orgulloso de él.

Unos pupitres más allá, Megumi se quería desaparecer por arte de magia. Ese comentario fue innecesario.

La reunión de padres y representantes fue para anunciar el próximo evento musical que se realizaría por motivo del Día del Padre. Los niños que estaban en el coro y la orquesta infantil serían los participantes, los demás niños harían las veces de ayudantes y organizadores.

—¡Pero Megumi no está en el coro ni en la orquesta! —protestó Satoru, alarmado— Profesora, ¿no puede hacer una excepción? Él está en clases de violín particulares. Es muy talentoso.

—¿Por qué no lo inscribió en la orquesta escolar? —la docente intentaba estar seria y firme, como cuando se dirigía a los demás padres, pero con el joven tutor no podía, su corazón se derretía.

—Se me olvidó —respondió Satoru con un puchero.

—Bueno, creo que algo se podrá hacer.

♥♥

Megumi estaba enojadísimo con Gojo, ¿por qué había insistido en que tenía que participar? Él hubiese estado feliz con formar parte de los organizadores o algo donde no tuviera que llamar la atención.

—¿Por qué hizo eso?

—¿Hacer el qué?

Caminaban juntos por la calle, rumbo al estudio donde Tsumiki practicaba ballet. Satoru realmente quería que, aparte de aprender cosas, se divirtieran y tuvieran amigos, así que los inscribió en un montón de actividades. La pequeña Tsumiki no tenía problemas en ser sociable, pero Megumi sí y bastantes.

—En hacerme participar en el evento... No soy bueno para nada, señor Gojo.

Otra vez ese tipo de comentarios, otra vez esa carita triste. A Satoru se le partía el corazón en diez pedazos cada que Megumi se menospreciaba a sí mismo. Se detuvo, agachándose para quedar a su altura, bajándose los lentes antes de dirigirle la palabra de nuevo. Megumi sintió temblar su corazón cuando esos ojos increíblemente azules lo vieron tan directamente.

—Sé que te has sentido solo y que la única que cree en ti es tu hermana. También sé que no participabas en ningún festival escolar porque nadie iría a verte, pero ¿sabes qué? Ya estoy aquí con ustedes. Y si insistí fue porque sé que podrás hacerlo y porque quiero que sientas la emoción de estar en el escenario sabiendo que hay alguien aplaudiendo para ti. Confío en ti y en tus capacidades, Megumi. Sé que no me decepcionarás y ahora, ¿me das un abrazo?

Recuerdos de "Mi Bebé"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora