Capitulo Tres. Mi muerte.

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Me levante del cesped, volví a colocarme los auriculares y puse la música lo más alto que pude. Si, ya lo se, no es sano, pero viendo el camino que estaba tomando, ¿Eso que más daba?. 

Salí del parque, y me puse dirección mi casa, aunque en mi mente solo se repetía la frase, ''Muere, Seras libre al fin''. Pasé por el camino más largo, creo que eso era mi subconsciente intentando evitar lo que se avecinaba, pero fue imposible. Había firmado mi sentencia de muerte con esas palabras en mi cabeza. 

Pero antes de nada, debía hacer una cosa que siempre había querido y siempre había dejado para el último momento, y nunca mejor dicho, ya que eso fue lo último que hice en vida. Visite el museo de ciencias naturales e historia. Siempre me había parecido fascinante, pero no había ido antes. Entré en cada una de sus salas, no quería perderme nada de lo que aquellas estatuas, pinturas, fósiles y demás querían contarme. Cuando acabe respire fuerte, y me dirigí a la salida, allí estaba el guardia, un guia que me había ayudado cuando me perdí. -¿Qué quereis? era muy grande y parecía un laberinto-. y el recepcionista.

-¿Te sello la mano? Si lo haces puedes venir mañana gratis, es una propuesta del nuevo director del museo. - Dijó el recepcionista, recuerdo que eso me hizo mucha gracia, si supiera lo que estaba apunto de hacer.. Pero ni si quiera yo estaba segura de lo que ocurriría ese día.

-No, gracias.- Respondí yo, sonriendo al darme cuenta de que esas serían mis últimas palabras.

Siempre pensé en cuales serían las mejores ''últimas palabras'' y sinceramente ''No, Gracias'',  no las había pensado, pero reflexionando lo mejor, no me parecieron tan malas, despedirme de la vida con tan solo un ''No, Gracias'', me resultó algo minimamente poético, reflejaba mi postura ante la vida.

Cuando salí recuerdo que empezo a llover llevaba un paragüas en la mochila, pero me apetecía que lo último que sintiera en vida fueran las gotas de lluvia resbalando por mi cara y mis manos. Me detube en seco, y mire al cielo, estaba llorando, me pregunté si lloraba por mí, me pregunté si alguien lloraría por mí. Yo no lo haría.

LLegué empapada a casa. Me quité la ropa mojada, y me sequé un poco con una toalla porque tenía mucho frío. Luego fuí hasta el baño, llené un poco la bañera, y me sumergí con los ojos cerrados. Y cogí la cuchilla, la pase suevemente por mi muñeca. El corte fue muy limpio. Apenas roce pero, ya vi mi mano cubierta de sangre. Hice lo mismo con la otra muñeca. 

Al principio era como si mis muñecas ardieran, no era un dolor real, solo una molestía que se iba apagando. Sentía como mi alma flotaba en el aire, y mi cuerpo cada vez más inerte en el agua. Pude sentir como poco a poco todo desaparecía, hasta yo misma dejaba de existir.

Empezaba a entrarme sueño, pero antes de dormirme escribi con sangre, mi carta de despedida en el suelo, sobro con tan solo una palabra: '' LIBRE''.  Lo escribí en mayúsculas porque aunque parecía calmada, era como el mar, por fuera todo estaba bien, tranquilo. Pero en mi interior sentía como mi corazón se desgarraba y gritaba de dolor.

Todo paso en un suspiro, simplemente cerré los ojos y mi cuerpo se embarco en un profundo sueño, del que no despertaría, aunque se convertiría en una pesadilla.

El precio de la libertad.Where stories live. Discover now