5/8

216 14 125
                                    

Su lengua se desliza insistentemente entre los dientes de Dai, acariciando su paladar y golpeteando vorazmente el fondo de su garganta antes de retroceder y apretar su pequeña lengua humana, asfixiándola y jalándola de esa forma que a su amante tanto le gusta y que a Orochimaru lo vuelve completamente loco.

Besar es genial. Y más específicamente, besar a Dai es genial. Su boca es cálida y dulce, tan suave y al mismo tiempo fuerte y protectora como la cueva perfecta para un reptil. Es el habitad adecuado para su lengua. Es adictiva. Es deliciosa. Es lo mejor.

— Mmn, dame un momento, amor mío — Dai tararea en su boca, desenredando su lengua lentamente antes de alejarse y retroceder. — Solo será un segundo y te prometo que entonces podremos seguir besándonos.

Dai suspira y se lame los labios, esos que ya están hinchados y rojos por todo lo que se han besado sin descanso toda la mañana.

Pero es que una vez que Dai le enseñó lo que era besar, Orochimaru no perdió ni un solo momento y comenzó a hacerlo a todas horas; desde el instante en que entra por la ventana y se mete a su futón aprovechando que Gai todavía duerme hasta el tiempo libre que tienen después su larga sesión de sexo.

Orochimaru no puede parar. Dai besa demasiado bien. Y lo que es mejor es que ahora que averiguó lo que se siente ser acariciado en las glándulas venenosas es casi como tener sexo de una manera distinta. Si se detiene, sus encías comienzan a doler como si sufriera abstinencia y como si estuviera a punto de volverse loco.

Simplemente, sentir la boca de Dai sobre su boca es una de las mejores sensaciones del mundo.

— Sabes que no me gusta esperar — Orochimaru responde y frunce el ceño, azotando los dientes cuando su amante camina hacia la mesa, transportando todas las verduras que desde hace más de una hora está intentando picar y no puede hacerlo porque Orochimaru necesita su atención más que ese estúpido platillo de comida.

— Sí, lo sé, pero si solo me das un minuto...— Dai dice y sostiene el cuchillo con la intención de comenzar a picar las zanahorias, deteniéndose solo porque Orochimaru vuelve a saltar sobre él, rodeando su cuello y besándolo profunda y posesivamente de nuevo.

Y claro que Dai corresponde a su beso con ternura y pasión a pesar de que todas las zanahorias ruedan lejos de sus brazos. Puede ser que Orochimaru haya pasado toda su vida sin haber besado a nadie y por eso la idea de besarse lo vuelve así de loco, pero a su pervertido amante también le calienta fusionar sus bocas incluso si Dai ya era un buen besador. Sentir la lengua gigante de Orochimaru en su cavidad lo excita demasiado, lo hace ponerse muy duro y lo hace perder la noción del tiempo hasta el punto en el que se ha vuelto tan adicto como él, tanto que el número de orgasmos en sus sesiones de sexo aumentó solo porque ahora se pasan todo el día lamiéndose la garganta.

— Solo... Solo dame un segundo — Dai jadea y vuelve a retroceder, dándole un cariñoso apretón en la cadera antes de recolectar las zanahorias del piso y volver a lavarlas, todo a máxima velocidad antes de volver a la mesa y finalmente comenzar a cortarlas en cuadros.

— Cocina después — Orochimaru gruñe con autoridad y se cruza de brazos, haciendo un puchero frustrado cuando Dai no obedece su orden y sigue picando la verdura. — Puedes hacerlo después de que me vaya, ahora mismo tenemos que aprovechar el tiempo antes de que Gai regrese de la escuela.

Su protesta es molesta y caprichosa, pero Dai sigue sin obedecer su deseo y solo le da una mirada cariñosa mientras mueve las manos sobre la verdura.

— Amor mío, incluso si yo también quiero seguir besando tu linda e insaciable boca, ¡tengo que cocinar precisamente porque Gai pronto volverá de la escuela y mi deber como su padre es satisfacer todas sus necesidades básicas dignamente! ¡Y sabes lo hambriento que Gai llega de la escuela, así que tengo que darme prisa! — Dai asiente para sí mismo y comienza a picar la verdura más rápido.

Adorable enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora