12. Esos momentos.

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Ignacio

Quise preguntar a qué se refería con aquella afirmación, quise consultar si lo decía en serio o seguía bromeando, pero por mucho que intenté abrir mis ojos no pude, y no pude decir nada tampoco. Prometí preguntarle al día siguiente, quería hablar de eso, pero también estaba bastante seguro que no recordaría mucho de ello.

Durante el día siguiente si recordaba las palabras de Jude, pero su semblante me decía que no era momento de indagar sobre lo que había querido decir. Lo sentía, él quería mostrarse bien, pero algo no iba para nada bien. Cuando le pregunté qué ocurría, dijo que tenía un pequeño dolor de cabeza y que se iría a su casa, pero yo sabía que no era eso.

Nos mantuvimos en contacto por teléfono, pero Jude no apareció por el gimnasio durante toda la semana. Dijo que tenía una indigestión, pero Gael dijo que él estaba yendo a trabajar y eso encendió algunas alarmas.

Yo recordaba todo, pero pensaba que quizás había algo que no recordaba, quizás lo había ofendido de alguna manera, quizás los muchachos habían dicho algo. ¿Y qué pasaba si yo había hecho algo dormido?

—Muchacho —Grant, el lunes siguiente, me tomó por los hombros y apretó hasta doler. —Estás distraido, no sirve que intentes entrenar así.

—Lo lamento.

—No es tu culpa —suspiró dejándome ir. Lo observé confundido. —Han pasado casi seis meses desde que no se ausenta, eso es lo raro. Jude solía ausentarse todo el tiempo, en esos momentos... te dije que él tenía esos momentos. No es culpa de nadie, sólo necesita unos días.

Lo observé unos segundos y asentí.

—Volverá y será como si nada. Sé que sigue yendo a trabajar y que está yendo a sus clases por las tardes. Eso es un avance —continuó sonriendo con orgullo. —Eso realmente es una buena señal.

—Pensé que tal vez...

—No es tu culpa.

Asentí y lo vi perderse entre los demás presentes. Luego de una semana mi cabeza se detuvo y pude descansar.

El problema fue cuando Amelia reclamó por él. Hacía una semana que no se veían, no estaba seguro de que hubiera pasado tanto tiempo, incluso cuando estaba con Nano, Jude pasaba a saludarla por el Jardín, pero no esa semana.

Le escribí el miércoles para invitarlo a cenar. Me respondió que no podía, pero no dijo nada más, aunque prometió buscar a Amelia el jueves y llevarla al parque. Respiré aliviado, pero aún así volví a preocuparme.

El jueves llegué temprano al jardín y esperé a que Amelia saliera, ella casi llora cuando me vio solo, pero se aferró a mí y dijo: "Tenemos que esperar". Y lo hicimos, esperamos en la plaza que había frente al jardín hasta que Jude llegó con tres helados para nosotros.

Amelia corrió a él y se aferró a sus piernas por varios minutos mientras Jude acariciaba su cabello sin decir una palabra. Lo comprendí cuando me acerqué a ellos y se podían oír los pequeños sollozos de mi niña.

—Lo lamento —dije arrodillandome junto a ella para susurrarle. —¿Por qué lloras Amelia?

—Lo extrañé —musitó. —Tanto...

—Oye, no me fui a ningún lado —sonrió empujando sus hombros con suavidad hasta lograr liberarse de ella para arrodillarse a mi lado. —Sólo estaba un poco indispuesto.

—Papá lo dijo, pero yo pensé que estabas enojado —dijo tirando sus brazos a su cuello. —Papá Nano me regañó porque yo dije que ustedes dormían juntos, entonces pensé que quizás

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