Capítulo 4

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Dos semanas y media, pensó Levi; 17 días.

Eso, más seis horas adicionales, era el tiempo que había transcurrido desde su cita con Erwin, desde que pensó que había encontrado al chico perfecto hasta que descubrió, ni siquiera medio día después, que en realidad no existía. No, había decidido, el hombre considerado, amable y atento con el que había salido a cenar no era real, y estaba completamente convencido de que no había sido más que una fachada montada por un auténtico cabrón para quedar bien.

Pero eso ya no importaba, porque Levi lo había superado. Completa e irrevocablemente, y sin duda ya no le molestaba ningún estúpido y obstinado resabio de aquella noche, pues para entonces ya se había dado cuenta de que probablemente había tenido suerte y se había librado de un montón de estupideces de todos modos... o al menos, pensaba él, eso era lo que quería creer.

En realidad, Levi no estaba en absoluto curado del dolor y la decepción que había experimentado después de que Erwin —el guapo y amable Erwin por el que había desarrollado unos sentimientos muy fuertes prácticamente de la noche a la mañana— lo dejara colgado, y la frustración y el resentimiento que eso le provocaba no le ayudaban en absoluto en sus intentos cada vez más desesperados de dejar de darle vueltas a la puta cabeza

Odiaba y a la vez no entendía por qué no podía dejar de pensar en Erwin cuando sabía que era un pendejo, y cuando había intentado todo lo que se le había ocurrido para distraerse —incluyendo borrar todo rastro de información de contacto de Erwin— y lanzarse a tantos turnos de urgencias acelerados y desordenados en el hospital como había podido.

De hecho, había trabajado doce horas diarias nueve veces seguidas, hasta que se sintió demasiado agotado y privado de sueño para continuar sin descanso, y entonces se dedicó a limpiar diligentemente su apartamento para mantenerse ocupado, revisándolo y asegurándose de que estaba completamente limpio en el transcurso de otra semana

Sin embargo, incluso después de todo eso, después de haber pasado casi un mes intentando olvidar a Erwin y cómo le había defraudado, seguía sin poder, joder, y continuaba recayendo en los sentimientos negativos y taciturnos que había experimentado aquel primer día.

Era ridículo, pensó, que no desaparecieran después de tanto tiempo, que se tumbara en la cama por la noche y recordara el cálido sonido de la risa de Erwin o lo estúpidamente adorable que se había puesto al pedir con orgullo la tarta de chocolate, o la forma en que le había robado el aliento a Levi con un solo beso, y maldijo a su estúpido corazón por no ser capaz de entender lo que su mente más lógica sí era capaz de entender: que nunca volvería a ver a Erwin y que, de todos modos, no importaba una mierda, ya que sólo era un imbécil y no la persona que tan fácilmente había dejado a Levi sin aliento en el lapso de unas pocas horas.

Intentó decirse a sí mismo que no debería quererlo en absoluto después de haberse dado cuenta de ello y de haber resultado tan malherido, pero lo quería, y casi sentía que también echaba de menos a Erwin, como si hubiera causado tal impresión en Levi aquella noche que aún le hacía sentirse decepcionado y abatido pensar que... bueno, que no había tenido tanta suerte como había pensado en la cafetería cuando Erwin le había pedido salir en primer lugar.

Pensar en ello seguía haciéndole doler el pecho, con un vacío lúgubre que le había llevado a experimentar una melancolía persistente y frustrada que parecía cernirse sobre él como una nube oscura, sin duda su bajo estado de ánimo no se veía favorecido por el hecho de que a veces se encontrara soñando despierto con Erwin cuando estaba en el trabajo y no ocupado.

Antes de que pudiera contenerse, sus pensamientos se dirigían al timbre de su teléfono, y su imaginación evocaba visiones de lo que podría ocurrir si Erwin volvía a llamarle de repente para disculparse, y el deseo traidor que tenía de que eso ocurriera persistía tanto que incluso soñaba con ello mientras dormía. Cuando eso ocurría, Erwin siempre tenía una buena excusa para su prolongado silencio y Levi siempre caía en ella y volvía a quitarse la ropa para él, en lugar de acabar con Erwin mostrando sus verdaderos colores, Levi siempre se despertaba antes que él, con la cabeza cómodamente apoyada en el pecho de Erwin mientras lo envolvía en sus brazos. En esos momentos se sentía satisfecho antes de abrir los ojos y verse obligado a enfrentarse a la realidad, y aunque se alegraba de no tener que revivir lo mal que se había sentido cuando Erwin no había llamado, tampoco apreciaba mucho el puto recordatorio de lo bien que le habían ido las cosas cuando había estado con él, ya que eso sólo le llevaba a preguntarse ociosamente qué podría pasar si Erwin volvía a ponerse en contacto con él de repente.

Una (Casi) Tragedia en Múltiples Partes - EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora