Capítulo 17 | Inevitable

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Hilary Russo

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Hilary Russo

Había llegado lo inevitable. Podía haberme negado, claro está. Podía haber esquivado la realidad, cerrar los ojos y dejar que el tiempo siguiera su curso sin enfrentar lo que había estado evitando durante tanto tiempo. Pero algo dentro de mí, un eco persistente de curiosidad y necesidad de cerrar capítulos abiertos, seguía buscando respuestas, sin importar que hubieran pasado cinco años desde la última vez que nos vimos.

No sé qué me sorprendió más: verlo aquí o el hecho de que comprara la pieza principal de esta exposición, mi pieza.

Lo que nadie sabe sobre ese cuadro es que me retrataba cuando estaba embarazada de Oliver. Durante siete meses dejé de ir a aquel lago por los recuerdos que me traían, pero casi llegando a los nueve meses de embarazo me decidí a ir. Fue como si liberara todas las penas que llevaba dentro de mí durante esos meses. Y como en cada cuadro que hago, al reverso de la pintura se encuentra un poema que me inspiró a crearla o, en todo caso, lo que me hacía sentir mientras la pintaba.

En el lago de lirios

En un lago de Italia, sereno y callado,

una pintora embarazada, de lirios rodeada,

traza su tristeza en el lienzo deseado,

con pinceladas de un amor olvidado.

Su vientre redondeado, promesa de vida,

pero su corazón late en pena escondida,

cada trazo es un eco de su alma herida,

en un mar de soledad, su ser se diluida.

Los lirios susurran en el viento suave,

pero en su pecho, un vacío grave,

la paleta no puede sanar ni un ave,

su pintura es un lamento que no cabe.

El sol se oculta, sombras en su cara,

y en el reflejo del agua, su mirada clara,

una mujer soñando, en su pena rara,

en un lago de Italia, su alma vagaba.

Después de la subasta, cuando me pidió hablar, le dije con cierta frialdad que lo haríamos hasta que todo esto terminara, casi con la esperanza secreta de que se cansara y desistiera antes de llegar al final. Pero a medida que la última persona abandonaba la sala y el eco de las conversaciones se desvanecía, solo quedábamos nosotros dos. Él, en una esquina apartada, recostado contra la pared, con la mirada clavada en mí.

Lirios de mil coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora