Liam García
Mientras caminaba por las concurridas calles de la ciudad, me dirigía a una acogedora cafetería donde había quedado de reunirme con Bastian y las gemelas. El sol de la mañana bañaba los edificios con su luz dorada, y una ligera brisa traía consigo el aroma a café recién hecho y pan recién horneado, creando una atmósfera de paz y serenidad. A medida que avanzaba, mis pensamientos se centraban en mi hermano.
No puedo evitar sentir un profundo orgullo por Bastian. Ha sido increíble cómo ha afrontado la responsabilidad de ser padre soltero de dos niñas. La transición no fue fácil; recuerdo vívidamente los meses en que mi cuñada estaba enferma. La familia entera vivió en un estado de angustia constante, y su pérdida nos dejó a todos devastados. Sin embargo, lo más desgarrador fue ver a Juul y Eva, sus pequeñas, llorando desconsoladas mientras llamaban a su mamá, sin comprender que ella ya no estaba entre nosotros. La inocencia con la que preguntaban por ella hacía que el dolor fuera aún más profundo.
Juul y Eva son unas niñas increíblemente inteligentes y educadas, con una energía inagotable que a veces pone a prueba la paciencia de Bastian. Las travesuras que inventan son dignas de admiración; desde pintar las paredes con sus crayones hasta esconder los zapatos de su padre justo cuando él está a punto de salir. A menudo me pregunto cómo hace Bastian para mantener la calma y manejar todo con tanta entereza.
Al llegar a la cafetería, mis ojos se dirigieron automáticamente a la ventana que daba al área de juegos. Allí, entre risas y gritos de júbilo, vi a mis sobrinas. Juul y Eva corrían de un lado a otro, subiendo y bajando por los toboganes, sus rostros iluminados por sonrisas genuinas. Verlas tan felices y llenas de vida me llenó el corazón de alegría. Ellas son el reflejo del amor y el esfuerzo de mi hermano, y cada vez que las veo, me siento agradecido por tenerlas en nuestras vidas.
Abrí la puerta de la cafetería y el sonido de una campanita anunció mi llegada. El lugar estaba lleno de gente charlando animadamente, el murmullo de conversaciones mezclándose con el suave tintineo de las tazas y platos. Me dirigí a la mesa donde estaba Bastian, su rostro mostrando una mezcla de cansancio y satisfacción mientras me saludaba con una sonrisa. Nos abrazamos brevemente y me senté a su lado, listo para disfrutar de una mañana en familia, reconociendo que, a pesar de las dificultades, la vida nos había brindado momentos preciosos como este.
Después de pedir nuestros cafés y algunos pasteles para las niñas, Bastian se acomodó en su asiento y me miró con una expresión que combinaba gratitud y curiosidad.
—¿Cómo van las cosas con el restaurante? —preguntó, dándole un sorbo a su café.
—Bien, bastante bien, en realidad —respondí, sintiendo una oleada de orgullo. —Hemos tenido un par de semanas bastante ocupadas. Estoy trabajando en un nuevo menú de temporada y pensando en expandirnos a una segunda ubicación.
Bastian asintió, visiblemente interesado.
—Eso suena increíble. ¿Dónde piensas abrir el nuevo local?
ESTÁS LEYENDO
Lirios de mil colores
RomansaUna joven madre deja su ciudad y familia atrás para poder seguir creciendo en su empresa, sin embargo, todavía no sabe todos los cambios que va a tener que enfrentar su pequeña familia de dos por el simple hecho de vivir en un nuevo lugar junto a su...