DOMINGO POR LA MAÑANA
En tu tercer mañana en el mar, el sonido de las suaves olas golpeando el casco del yate te despertó suavemente. Aún era temprano y podías ver que el sol apenas había comenzado a salir, el cielo era de un azul fresco, prometiendo aún más clima glorioso.
George dormía contento a tu lado, su cabello ondulado cayendo sobre su frente y sus pestañas parpadeando. Decidiste quedarte en la cama y seguir durmiendo, acurrucándote, cuidando de no despertarlo mientras deslizabas un brazo alrededor de su cintura por detrás, envolviendo tu pierna sobre la suya.
—Buenos días, cucharita grande, dijo con voz somnolienta, metiendo tu brazo bajo el suyo.
—Buenos días, respondiste, besando su hombro afectuosamente. A pesar de tus emociones encontradas, aún disfrutabas despertarte al lado de George.
Ambos continuaron durmiendo contentos hasta que sonó la alarma, George refunfuñando mientras se inclinaba para apagarla.
Tumbada en la cama, sabías lo que estaba por pasar y, efectivamente, como un reloj, George se giró y se posicionó encima de ti, ahora bien despierto, empujando sus caderas contra las tuyas.
—Han pasado tres días, dijo, con los ojos brillantes, —¿Cómo han pasado tres días?
—¿A qué te refieres? preguntaste, sin estar segura de a dónde quería llegar.
—Tres días desde la última vez que tuvimos sexo. Me siento como una pareja de viejos casados, dijo George, inclinándose para acurrucarse en tu cuello.
—Vaya, realmente estamos flojeando, mentiste, sabiendo muy bien que no había pasado nada en los últimos tres días porque te habías asegurado de ello. Habías fingido cansancio, te habías despertado antes que él y habías tratado de limitar el tiempo a solas. Sin embargo, esa mañana decidiste dejarte llevar, ya que si lo rechazabas, George sabría que algo estaba pasando.
Acariciando su rostro suavemente, lo atrajiste para un beso, aún atormentada por la culpa de tu creciente atracción hacia Toto. Te preguntabas cómo sería estar en esta posición con Toto, empezando a excitarte con el pensamiento.
Él era mayor, sin duda más experimentado, era alto, corpulento y esos brazos te hacían suspirar. Decía el viejo adagio que los hombres mayores pueden aguantar toda la noche y te sentías llevada por la emoción mientras George continuaba besando tu cuello.
Te sacudiste de esos pensamientos y trataste de enfocarte en el hombre encima de ti, no en su jefe. Pero a medida que George se dedicaba a mostrarte afecto, tu mente seguía deslizándose hacia el hombre casi tres décadas mayor. Estabas en un mal estado.
– – –
Con la culpa atormentándote, te levantaste de la cama no mucho después, para disgusto de George.
—¿Por qué tienes tanta prisa? Tenemos todo el día. Podríamos quedarnos en la cama un poco más, dijo, guiñándote un ojo mientras se acomodaba en las sábanas.
—Hmm, por tentador que suene, siempre podemos hacer lo esta noche, dijiste con una sonrisa, moviéndote por tu camarote, decidiendo qué ponerte para el día. —Me gustaría aprovechar el buen clima esta mañana, se espera lluvia más tarde.
—Bien, te lo tendré en cuenta, dijo George, levantándose de la cama y acercándose a ti. Sus manos tocaban ligeramente tus caderas desde atrás, presionando un beso en tu cuello. —Para ser justos, tienes razón. No me apetece hacer paddle board bajo la lluvia.
Suspiraste, girándote para abrazarlo, —Siempre tengo razón, cariño, dijiste con un guiño, agarrándole el trasero y haciéndolo reír.
—Eres ridícula, dijo, devolviendo el gesto con sus propias manos, —Eres tan distraída.
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En el yate | Toto Wolff | George Russell
FanfictionEs verano y llevas un año saliendo con George Russell, el chico de oro del equipo Mercedes de Fórmula Uno. A primera vista parece la relación perfecta, viajando por el mundo de la mano de tu rica y famosa novio, pero últimamente has empezado a senti...