04. Juegos de mesa

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Five

Es difícil hablar con ella cuando la mayoría de las veces que tengo tiempo es en las noches, a horas tan tardías que es seguro que esté durmiendo y no me gustaría molestarla.

No la he llamado desde hace dos días porque hemos estado entrenando mucho más, y en la noche no pienso en nada más que dormir, pero aún así me gustaría volver a verla. No sé si ella quiera lo mismo después de haber ignorado sus llamadas, así que espero poder ir a su casa para disculparme con ella.

No parezco demasiado intenso, ¿verdad? Porque según Diego los chicos siempre se deben hacer de rogar y que la chica acuda a ellos, pero yo no me sentiría bien sabiendo lo mucho que puede estar sobre pensando Liz creyendo que me da igual.

Miro la hora en la mesita de noche. Son las once y treinta, es bastante tarde, pero voy a probar mi suerte e iré a verla. Espero que esté despierta. Me pongo zapatos, voy hacia mi escritorio y tomo las flores que robé en una florería. He escuchado a Allison decir que en las películas de romance los hombres llevan flores o chocolates a las mujeres para disculparse. Yo soy hombre, ella es mujer, y debo disculparme. Es lo mínimo, ¿no?

Cuando llego, tengo un pequeño mareo, pero este se va enseguida y a mi mente solo llega la confusión al no verla en su cuarto. Es tarde, ¿dónde podría estar?

Mi vista se va acostumbrando a la oscuridad de la habitación y piso con cuidado en dirección a la puerta. Espero que no esté ninguno de sus familiares despiertos a estas horas.

Apenas abro la puerta, Liz aparece en mi campo de visión y la veo abrir sus ojos con la confusión decorándole su rostro.

—Hola, salvavidas —la saludo con una sonrisa.

—Hola, búho, ¿qué haces aquí?

El ramo de flores que llevaba tras mi espalda entre mis manos aparece frente a ella mientras sonrío ampliamente.

—Toma.

Parpadea varias veces, tomando el ramo entre sus manos. Sus ojos brillan a la vez que recorre las flores con su mirada.

—¿Por qué me las das? —inquiere confusa.

—Es un símbolo de disculpa —murmuro enredando mis dedos detrás de mi espalda mientras me balanceo suavemente con mis pies—. Por no haber contestado tus llamadas y tampoco haberte llamado. Es solo que he estado muy ocupado.

Sonríe de vuelta y abraza el ramo contra su pecho.

—Gracias, Batman.

Me sostiene la mirada unos momentos más antes de hacerme una seña para que la siga, y no tengo que pensarlo mucho antes de hacerlo.

—¿Me dirás así desde ahora? —le pregunto yendo detrás suyo.

Es muy linda. Y atractiva. Repito: nunca había visto a alguien tan bonita.

—Me gusta como suena. Te queda bien, Max.

Aprieto mis labios cuando la escucho llamarme por ese nombre falso. Sé que puedo decirle que mi nombre es un número, pero por otra parte...

—Igual que me digas búho suena bien —digo detrás de ella con una sonrisa burlona.

Para mí, la academia siempre ha estado demasiado decorada con artefactos de suma importancia, pero la sala de estar de Liz tiene demasiadas cosas, empezando por los grandes muebles llenos de libros, copas de vino, discos, entre otras cosas. También hay macetas con pequeñas flores y un pequeño mueble con un tocadiscos, sin embargo, lo que más llama mi atención son los cuadros con fotografías que están por encima del mueble, colgando de la pared.

Encuentros de Medianoche - Cinco Hargreeves Donde viven las historias. Descúbrelo ahora