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Los meses habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, la pequeña Ela, como le decía su madre, ya tenía 6 meses. Y no había persona que no la halagara. Era una bebé encantadora.

Sin embargo la gente aún no olvidaba de quien era hija. Era una Black.

A sus espaldas algunas personas murmuraban, si seguiría los pasos de su padre, o simplemente murmuraban sobre la lastima que les generaba que ella no tuviera un padre o que su padre fuera un prisionero.

A Xenia no le importaba mucho, pero se sentía incómodo que ya estuvieran estigmatizando a una bebé de 6 meses.

Madre e hija se mudaron poco después de la partida de los señores Nikolaus a una casa alejada de los suburbios.

– Ya, ya – dijo la madre tratando de calmar a su bebé que lloraba.

No sabía por qué. Pero llevaba llorando toda la mañana sin razón aparente.

Hoy le había dado el día libre a las criadas y se estaba sintiendo un poco asustada de que el llanto de su hija se debiera a que se estaba acostumbrando más a las criadas que a su propia madre.

Ya había tratado de todo, y simplemente ella no dejaba de llorar. No tenía hambre, no tenía sueño, no tenía gases y tampoco había que cambiarla.

Al cabo de una hora y media, Eleanor se quedó dormida, y Xenia también. Aunque al poco tiempo la madre se despertó a causa de un ruido dentro de la casa.

El ruido que empezó siendo molesto y que Xenia pensó que quizás simplemente era un animalito de afuera, continuó siento un estruendo que despertó a Eleanor.

La rubia no quería pensar en que se habían infiltrado en casa, pero de todas maneras agarró a su hija y fue a ver.

Al llegar a la cocina vió algo que le dejó la sangre helada.

Por la ventana pudo llegar a ver cómo el fuego formaba un círculo al rededor de su vivienda, y como las llamas empezaban a filtrarse a través de las ventanas y por el suelo.

Se sintió horrorizada y se quedó helada del miedo, hasta que el calor de el fuego empezó a hacerle sentir calor.

Sabía que tratar de salir de la casa ahora sería un fraude y que acabaría quemándose si lo trata.

Subió al segundo piso a buscar su varita para conjurar algún encantamiento que le ayude a hacer cese al fuego.

Finalmente encontró su varita, aunque ya el fuego se había hecho con gran parte de la cocina y del jardín. Con una voz firme, vocifero:

¡Flammas Abstergo! - Y las llamas empezaron a apagarse por completo.

Ya que se encontraba a salvo no podía dejar de pensar en qué ocasionó el incendio. Pero estaba segura de que no era un accidente.

Aunque por fin Eleanor había dejado de llorar, tenía que asegurarse que el humo no le haya hecho daño a sus pulmones.

Dejó a Eleanor en la cuna de madera de abeto que Remus le había regalado con las iniciales E. N. B. N talladas en el borde.

Bajó a inspeccionar que todo estuviera bien y encontró una carta.

Vaciló un momento antes de abrirla, pero parecía que recientemente había sido puesta ahí. Ya que al contrario de otros objetos en la cocina, este no poseía rastros de fuego.

Esto es solo una advertencia.
No queremos que tú o tu engendro del mal
Generen caos en nuestra comunidad mágica.
Si te metes con nosotros los mestizos o "sangre sucia" como ustedes nos llaman
Las van a pagar. Está vez la guerra no será tan fácil para ustedes. No permitiremos que ninguno de ustedes vuelva a hostigarnos. Así que si quieren guerra, guerra van a tener. Solo es una advertencia, Black.

Catarsis - H. J. Potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora