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El helicóptero médico de las Fuerzas Aéreas aterrizó en el helipuerto de la base de las Fuerzas Armadas con un estruendoso rugido que rompió la tensión acumulada en el aire. Los motores zumbaban mientras Maksim, observaba cómo los técnicos de salud militar se preparaban para el traslado de Naisha. Cada movimiento parecía cargado de un peso implacable, una promesa de que la situación estaba lejos de terminar.

Frank, el coronel de brigada médico y amigo cercano de Maksim, estaba al lado de la aeronave. A pesar de su rostro sombrío, su presencia imponía calma en medio del caos. Con la meticulosidad de un cirujano y una mirada de determinación, se aseguraba de que todos los preparativos se llevaran a cabo con precisión.

—¿Todo listo para el traslado? —preguntó Maksim, su voz llena de preocupación.

—Todo está en orden —respondió Frank, aunque su mirada delataba la inquietud que sentía. Con un último vistazo a los equipos médicos, Frank parecía estar en guardia, consciente de que cualquier error podía ser fatal.

El atentado reciente había dejado a Naisha en una situación crítica. La capitán Gold, experta en tácticas de rescate y operaciones especiales, era una pieza clave para descifrar el modus operandi de los extremistas responsables del ataque. Su recuperación era vital, y Maksim sabía que cada minuto contaba.

De repente, un oficial de enlace de las Fuerzas Armadas se acercó a Maksim, con una expresión grave que reflejaba la gravedad de la situación.

—General Farom, tenemos un problema. La doctora Salazar ha solicitado una reunión urgente con el comité, alegando irregularidades en el traslado y cuestionando la decisión de su alta. Insiste en que se revisen los procedimientos, el comandante en jefe estará presente.

Maksim frunció el ceño, su mente abrumada por la confusión y el desconcierto. ¿Cómo era posible que la doctora Salazar tuviera acceso para convocar una reunión con tan poco tiempo de antelación, especialmente cuando había sido sancionada? Todo esto parecía una maniobra para complicar aún más la situación.

—¿Qué está sucediendo realmente? —preguntó Maksim, con un tono que indicaba su creciente frustración.

—La teniente alega abuso de poder y procedimientos incorrectos en el traslado —respondió el oficial.

Frank, cansado y frustrado, se giró hacia Maksim. La preocupación en su rostro estaba clara. Aunque el oficial había mencionado un problema, Frank estaba decidido a llegar al fondo de la cuestión.

—Vamos a ver qué está pasando realmente aquí —dijo Frank con firmeza. Su tono dejaba claro que no iba a permitir que la situación se complicara aún más sin una explicación completa.

La oficina del comandante en jefe, General Luis Ortega, estaba llena de tensión. Los oficiales de alto rango y expertos médicos se encontraban en un ambiente cargado de expectativas. Salazar estaba en pie, visiblemente estresada pero decidida a exponer su caso.

—Doctora Salazar —comenzó el comandante en jefe, su voz grave y llena de autoridad—. Explíquenos exactamente qué ha sucedido.

—Señor, mi principal preocupación es que el traslado de la capitán en su estado actual podría agravar su condición. Ella es una de las pocas testigos clave del atentado. Su integridad física y mental es crucial para el caso. El General Farom ha usado una fuerza y violencia innecesarias para sacarla, poniendo en riesgo su recuperación. Ignorando mis recomendaciones.

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