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.(Miércoles).
.(5:03 AM).

—Wait a minute, tell me why you're moving like that? Nah, you wey I choose, but you make it so hard, all gave you my heart, you're making it so dark —cantaba Mara mientras hacía yoga, su voz resonando en el gimnasio vacío del edificio.

Hacer yoga se había convertido en el nuevo pasatiempo de Naisha. Desde que inició sus dos semanas de vacaciones, se dedicaba a explorar nuevas rutinas para mantener su mente y cuerpo ocupados. Cada mañana, a las cinco en punto, comenzaba su jornada en el gimnasio del edificio. Se sentía un poco desorientada al principio, con los músculos tensos y el ritmo cardíaco acelerado, pero la persistencia era su aliada.

Las primeras horas eran las más difíciles. Naisha encontraba alivio en la rutina, en los movimientos suaves y en la concentración que requerían las posturas de yoga.

El yoga, en particular, le ofrecía algo más que ejercicio físico. Cada postura y cada respiración eran un desafío para su mente, una forma de lidiar con la ansiedad que sentía al no tener tareas específicas que completar. A medida que avanzaba en sus prácticas, se daba cuenta de que podía concentrarse mejor y manejar mejor el estrés. Aunque apenas llevaba tres días intentándolo, ya notaba mejoras: su cuerpo se sentía más ágil, y la calidad de su sueño había mejorado notablemente.

En sus momentos de tranquilidad, Naisha se adentraba en la base de datos de las empresas, revisando y tomando trabajos que podía realizar desde casa. No podía resistirse. El pensamiento de tener dos semanas completas sin hacer nada la inquietaba. La inactividad le resultaba insoportable; su mente estaba acostumbrada a la constante estimulación y a los desafíos. Aunque podía disfrutar de un viaje solo, no sentía el deseo de hacerlo. La idea de ir a un lugar sin un propósito concreto no la atraía.

Naisha no tenía amigos cercanos ni familiares con los que compartir su tiempo. Había considerado la opción de viajar, pero la idea de hacerlo sola no le motivaba. La soledad le parecía una extensión de la rutina que intentaba romper. El simple acto de trabajar, de sumergirse en proyectos y desafíos, le ofrecía un propósito tangible y una sensación de logro.

Además, mientras revisaba los proyectos en los que estaba involucrada, encontraba una especie de consuelo. La organización, la planificación y el cumplimiento de plazos eran aspectos que siempre había disfrutado. Cada tarea completada le daba una sensación de satisfacción. Era una forma de mantener su mente ocupada y de alejar la sensación de estancamiento que a veces la invadía.

Hablar con Maksim siempre era muy grato para Naisha. Y más ahora que la química entre ellos era innegable; la rapidez con la que se entendían de manera romántica y la comodidad con la que se comunicaban demostraban que habían logrado una conexión especial. A pesar de los años de trabajo juntos, de la convivencia diaria y de una amistad profunda, ahora estaban experimentando una nueva etapa en su relación: el enamoramiento.

Cada conversación con Maksim era un equilibrio perfecto entre ligereza y profundidad. La manera en que se entendían sin necesidad de palabras era asombrosa. A veces, sus charlas se convertían en bromas y risas, en medio de discusiones sobre temas serios y desafiantes. Sin embargo, Naisha sabía que también era importante darle espacio a Maksim para que pudiera disfrutar de su tiempo con amigos y mantener su vida social activa.

Este respeto por el espacio personal de Maksim significaba que, a menudo, él no estaba al tanto de todas las actividades que Naisha emprendía durante el día. Ella no quería que porque ahora sus sentimientos eran mutuos, la dinámica cambiará drásticamente y algunos de los dos se sintiera sofocado.

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