Naisha estaba sentada frente a un selecto grupo de altos mandos, cada uno con expresiones de expectación. No había lugar para errores ni dudas. Cada palabra que pronunciara tendría consecuencias, y ella lo sabía. En la sala no había cámaras ni micrófonos; no podía haber un registro digital de lo que se diría. Al fondo, en la esquina, tres personas tecleaban a mano en una antigua máquina de escribir, utilizando códigos en distintos idiomas.

Respiró hondo antes de comenzar, no por nerviosismo, sino porque su garganta estaba seca y, a pesar de los electrolitos que había ingerido, sentía una debilidad persistente.

—Señores —comenzó, manteniendo contacto visual con todos los presentes—, lo que estamos enfrentando no es un acto de terrorismo.

Las miradas de los nuevos mandos se abrieron con sorpresa, mientras que aquellos que ya conocían a Naisha mantuvieron sus semblantes serios.

—Los responsables de los recientes atentados no son quienes han reivindicado la autoría. Lo más probable es que exista un acuerdo entre ellos, una jugada con un propósito más profundo. No me refiero a una cortina de humo para desviar nuestra atención; es más bien una invitación a algo más.

—¿Tenemos a ese grupo en la mira? —preguntó uno de los altos mandos.

—Sí, señor. Los he registrado desde 2018. Son relativamente jóvenes, no tienen antecedentes con ninguna otra organización. No son mercenarios; defienden causas personales, distorsionadas por sus propias creencias —hizo una pausa, permitiendo que la información calara en los presentes—. Ellos no encajan en ninguna de las definiciones que ustedes conocen. Se dedican a ayudar a entidades a resolver sus problemas o a destapar los trapos sucios de quienes tienen poder.

—¿Una especie de Anonymous armados? —sugirió un oficial, y Naisha sonrió ante la curiosidad de la comparación.

—Son adultos jóvenes con carreras exitosas, personas con poder y un sentido de justicia aburrido, que decidieron que la moral y la justicia están subestimadas.

—¿Cómo dimos con ellos la primera vez? —preguntó otro.

—Nos enviaron pruebas de malversación de fondos dentro de la institución de seguridad nacional.

—¿Del país? ¿De este país?

—Sí, señor.

—¿Estamos tratando con personas con problemas mentales que se creen justicieros? —uno de ellos se reclinó en su silla, rodando los ojos.

—Según ellos, lo que hicimos para merecer esto fue lo siguiente: cuando me retiré de mi puesto anterior, finalicé mis trabajos activos con una rapidez que a algunos les pareció sospechosa y delegué mis tareas de menor rango. Se sintieron ofendidos cuando uno de sus casos fue resuelto demasiado rápido y el siguiente, que los involucraba, fue pasado a otra persona que no lo tomó en serio y lo archivó.

—¿Así que esto es personal? ¿Solo porque mami no les prestó atención?

—Es personal porque quienes debieron darle importancia no lo hicieron. Deje instrucciones clave y no las siguieron. Esto es personal porque los psicópatas tienden a fijarse en personas específicas y no se puede evitar. Puede que haya muchas razones personales, pero debatirlas ahora no servirá de nada; un culpable no resolverá nada.

Las miradas se cruzaron brevemente entre los presentes; Naisha los reprendía profesionalmente y nadie se atrevía a replicar, pues su relevancia trascendía.

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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