Caminos Divergentes

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Las semanas siguientes al concierto fueron un torbellino de emociones para Adeline. Había experimentado una mezcla de alivio y confusión tras la conversación con Hazel. La conexión que compartían seguía viva, pero la realidad de su separación se hacía más evidente con cada encuentro. Cada vez que se veían, la nostalgia y la tristeza flotaban en el aire, como un eco de lo que una vez había sido.

Adeline se sumergió en sus estudios y en su arte, encontrando refugio en la actuación y la música. Se dedicaba a escribir canciones y a asistir a clases, sintiendo que el escenario le ofrecía una forma de escapar de la complejidad de sus emociones. Sin embargo, a medida que se sumergía en su trabajo, no podía evitar que los pensamientos sobre Hazel se deslizaran entre sus líneas de composición.

Una tarde, mientras se sentaba en un café, revisando sus notas, Adeline recibió un mensaje de Hazel. “Hola, Adeline. ¿Te gustaría que nos viéramos este fin de semana? Hay algo que quiero compartir contigo”.

El corazón de Adeline dio un vuelco. Había estado esperando un momento así, pero también sentía una punzada de ansiedad. ¿Qué podría ser tan importante? “Claro, me encantaría. ¿A qué hora te gustaría vernos?” respondió, tratando de mantener la calma.

Cuando llegó el día, Adeline se arregló con esmero. Decidió que era importante verse bien, no solo por Hazel, sino también para ella misma. Se puso un vestido que había comprado en una tienda vintage, uno que le recordaba a los días en que solían ir de compras juntas. Al mirarse en el espejo, sintió una mezcla de nervios y determinación. Se sentía lista para enfrentar lo que sea que Hazel tuviera que decir.

Al llegar al café, vio a Hazel sentada en una mesa en la esquina, mirando por la ventana. Había algo en su postura que mostraba que estaba pensativa. Cuando Hazel levantó la vista y vio a Adeline, su rostro se iluminó con una sonrisa que hizo que el corazón de Adeline se acelerara. A pesar del tiempo y la distancia, el amor que sentía por Hazel seguía presente.

“Hola, Adeline. Te ves hermosa”, dijo Hazel mientras se levantaba para abrazarla.

“Gracias, tú también”, respondió Adeline, sintiendo la familiaridad de su abrazo. Había una chispa entre ellas, un recordatorio de lo que habían compartido.

Se sentaron y pidieron sus bebidas. La conversación comenzó de forma ligera, hablando sobre la vida y sus respectivas rutinas. Pero Adeline podía sentir que Hazel estaba contenida, como si estuviera guardando algo importante. Finalmente, después de un par de sorbos de café, Hazel tomó una profunda respiración.

“Adeline, he estado pensando mucho en nosotras, en lo que pasó”, comenzó Hazel, su voz un poco temblorosa. “No puedo evitar sentir que hay cosas que necesitamos abordar. He estado trabajando en mi propia sanación, pero me siento un poco perdida en este proceso”.

Adeline sintió que su corazón se encogía. Sabía que este momento era crucial. “Entiendo. Para mí, también ha sido complicado. He intentado encontrar mi camino, pero a veces siento que estoy atrapada entre el pasado y el presente”, admitió.

Hazel asintió, su mirada fija en la mesa. “Me duele ver cómo hemos cambiado. Lo que tuvimos fue hermoso, y siempre lo atesoraré, pero no sé cómo seguir adelante. A veces, siento que estoy arrastrándote hacia atrás, y no quiero eso”, dijo Hazel, su voz llena de vulnerabilidad.

Adeline sintió una punzada en el pecho. “No creo que me arrastres. Al contrario, creo que hay una parte de mí que todavía se aferra a lo que éramos. Pero también quiero que ambas seamos felices, incluso si eso significa tomar caminos diferentes”, respondió, su voz temblando.

“Eso es lo que he estado tratando de entender. Me asusta la idea de perderte completamente, pero también sé que no puedo seguir aferrándome a algo que ya no puede ser”, dijo Hazel, y Adeline sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos. La realidad de la situación la golpeó con fuerza.

“No quiero perderte, Hazel. Pero entiendo que a veces el amor se transforma, y tal vez eso sea lo que necesitamos. Lo que tuvimos fue real, y siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Pero necesito saber que podremos seguir adelante, sea cual sea el camino”, dijo Adeline, su voz cargada de emoción.

Las palabras de Adeline resonaron en el corazón de Hazel. “No quiero que esto se convierta en un adiós. Tal vez podamos encontrar una forma de seguir siendo parte de la vida de la otra, aunque de una manera diferente”, sugirió Hazel, su mirada encontrando la de Adeline.

“Me encantaría eso. La idea de perderte por completo me aterra, y sé que puede que no seamos lo que éramos, pero estoy dispuesta a intentarlo”, respondió Adeline, sintiendo que una nueva esperanza comenzaba a brotar en su interior.

Ambas tomaron un momento para procesar lo que estaban diciendo. La atmósfera entre ellas se volvió más ligera, como si el peso que llevaban en sus corazones comenzara a disiparse. Aunque la tristeza aún flotaba en el aire, había una sensación de aceptación, un reconocimiento de que el amor podía evolucionar.

El resto de la conversación fluyó con más facilidad. Compartieron recuerdos divertidos, hablaron sobre sus sueños y esperanzas, y rieron con nostalgia sobre los momentos que habían pasado juntas. A medida que el tiempo avanzaba, Adeline se dio cuenta de que, a pesar de los cambios, la conexión que tenían seguía siendo fuerte.

Cuando finalmente se despidieron, Hazel tomó la mano de Adeline y la apretó suavemente. “Te prometo que seguiré en tu vida, de la forma que sea posible. Quiero ser parte de tu viaje, aunque sea desde un lugar diferente”, dijo Hazel, su voz llena de sinceridad.

Adeline sonrió, sintiendo que se había abierto una nueva puerta. “Y yo quiero lo mismo. Gracias por estar dispuesta a hablar sobre esto. Me hace sentir esperanzada”, respondió, sintiendo que la tristeza de la separación comenzaba a ceder.

Mientras caminaba de regreso a casa, Adeline sintió que había dado un paso importante en su proceso de sanación. La conversación con Hazel había sido difícil, pero también liberadora. Había comprendido que el amor no siempre era lineal, y que las relaciones podían transformarse de maneras inesperadas. Aunque sus caminos estaban divergiendo, eso no significaba que tuvieran que dejar de ser parte de la vida de la otra.

La noche llegó y Adeline se sentó en su escritorio, reflexionando sobre lo que había aprendido. Comenzó a escribir de nuevo, esta vez dejando que las palabras fluyeran sin restricciones. La música se convirtió en un medio para expresar no solo su dolor, sino también su gratitud por lo que había tenido y por lo que aún podía tener.

“Aunque el camino se bifurque, y el amor evolucione,
la huella de tu risa siempre permanecerá en mí.
Te llevo en mi corazón, en cada canción que canto,
porque aunque ya no estemos juntas, siempre serás mi encanto.”

Con cada verso, Adeline se sentía más ligera. La transformación de su amor con Hazel no era un final, sino un nuevo comienzo. Estaba lista para enfrentar lo que viniera, con la esperanza de que sus caminos, aunque divergentes, se cruzarían nuevamente en el futuro.

La huella de tu Ausencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora