Notas de Coraje

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El día del concierto finalmente había llegado. Adeline se despertó con una mezcla de nervios y emoción en el estómago. Había estado trabajando arduamente con Mia en su música, y la anticipación de compartir su historia con el mundo la llenaba de energía. Sin embargo, la sombra del miedo también la seguía de cerca. Preguntas como “¿y si no les gusta?” y “¿y si me olvido de las letras?” rondaban su mente.

Mientras se preparaba, Adeline eligió cuidadosamente su atuendo. Optó por una camiseta negra, que le daba un aire de confianza, y unos jeans desgastados que le permitían moverse con libertad. Se miró al espejo, intentando recordar la Adeline fuerte y creativa que había empezado a descubrir. A pesar del pánico que la invadía, había algo en su interior que le decía que este momento era importante, que era un paso hacia adelante.

Al llegar al café, Adeline fue recibida por la vibrante energía del lugar. Las luces estaban atenuadas y las mesas estaban llenas de personas que reían y charlaban, creando un ambiente acogedor. Mia ya estaba allí, ajustando el micrófono y probando el sonido. Cuando Adeline la vio, su nerviosismo comenzó a desvanecerse un poco.

“¡Adeline! ¡Mira esto!” exclamó Mia, sonriendo con entusiasmo. “El café está lleno, hay mucha gente interesada en escuchar. Vamos a hacer esto juntas”, dijo, infundiendo confianza en su amiga.

Adeline sintió una oleada de gratitud hacia Mia. Era como si su apoyo le diera la fuerza que necesitaba para enfrentar sus propios miedos. Juntas, revisaron el equipo y se prepararon para subir al escenario.

Mientras esperaban su turno, Adeline echó un vistazo al público. Había una mezcla de rostros conocidos y desconocidos, y la idea de compartir su música con ellos la emocionaba. Pero entonces, una imagen de Hazel apareció en su mente, como un destello de luz y sombra. Recordó sus noches de ensayos, cuando las dos solían soñar con ser artistas. “¿Qué pensaría de esto?” se preguntó, sintiendo una punzada de nostalgia.

Pero en lugar de dejar que esos pensamientos la consumieran, Adeline respiró hondo y decidió honrar su memoria. Esta era su oportunidad de mostrar cómo había crecido, de compartir su viaje y su historia. Y aunque Hazel no estaba allí, su espíritu seguía presente en cada acorde y en cada palabra.

Cuando finalmente subieron al escenario, el público las recibió con aplausos y sonrisas. Adeline se sintió iluminada por la calidez del ambiente. “Hola a todos, somos Adeline y Mia. Esta noche queremos compartir con ustedes algunas canciones que hemos estado creando”, dijo, su voz resonando con una mezcla de nervios y emoción.

Mia tomó la palabra, “La primera canción que vamos a tocar se llama ‘Ecos del Pasado’. Es una reflexión sobre el amor y la pérdida, y esperamos que resuene con ustedes”.

Adeline comenzó a tocar la guitarra, y la melodía fluyó de sus dedos como si estuviera liberando una parte de su alma. A medida que cantaban, la letra se convirtió en una catarsis. Las palabras eran sinceras, llenas de anhelos y recuerdos, y Adeline sintió que cada nota era un paso hacia la liberación.

Mientras cantaban, el público se sumió en la atmósfera que habían creado. Adeline se dio cuenta de que estaba conectando con ellos, compartiendo su dolor y su esperanza. La vulnerabilidad que había temido se convirtió en su mayor fortaleza. Las lágrimas estaban al borde de sus ojos, pero no eran solo de tristeza; eran también de sanación.

Cuando terminaron la canción, el público estalló en aplausos, y Adeline sintió que su corazón se llenaba de luz. “Gracias por escucharnos”, dijo, sintiéndose más viva que nunca.

Continuaron con su set, compartiendo otras canciones que habían creado juntas. Cada interpretación era un viaje emocional, un recordatorio de todo lo que habían enfrentado y de cómo habían crecido. Con cada canción, la conexión entre ellas y el público se hacía más fuerte, y Adeline comenzó a darse cuenta de que la música tenía el poder de unir incluso a los corazones más heridos.

Cuando finalmente concluyeron su actuación, Adeline y Mia fueron recibidas con una ovación de pie. El aplauso resonó en su corazón, y Adeline sintió que una parte de su tristeza se desvanecía. Había enfrentado sus miedos, había compartido su historia y había permitido que su música hablara por ella.

Después de la actuación, la emoción en el aire era palpable. Varias personas se acercaron para felicitarlas, compartiendo sus propias historias y agradecimientos. Adeline se sintió profundamente conectada con aquellos que habían escuchado su música y se dieron cuenta de que su vulnerabilidad había resonado en otros.

Entre las personas que se acercaron, había un hombre mayor que se acercó a Adeline. “Tu voz es poderosa, muchacha. Gracias por compartir tu verdad. A veces necesitamos recordar que no estamos solos en nuestras luchas”, dijo, y Adeline sintió que sus palabras tocaban una parte de su alma.

Mientras el café comenzaba a vaciarse, Adeline y Mia se sentaron en una mesa, todavía emocionadas por la experiencia. “No puedo creer que lo hicimos”, dijo Mia, riendo con alegría. “Fue increíble, Adeline. Eres una artista maravillosa”.

Adeline sonrió, sintiendo una mezcla de felicidad y alivio. “Gracias, Mia. No podría haberlo hecho sin ti. Me has ayudado a encontrar mi voz nuevamente”, respondió, sintiendo la calidez de la amistad que habían construido.

Esa noche, mientras se retiraban, Adeline sintió que había dado un paso significativo hacia su sanación. Había enfrentado sus miedos, había compartido su dolor, y aunque la sombra de Hazel seguía presente, había descubierto que el amor y la amistad podían coexistir en su corazón.

Sin embargo, al llegar a casa, los recuerdos de Hazel comenzaron a inundarla nuevamente. Miró su teléfono, revisando fotos de momentos felices juntas. Recordó las risas, las aventuras y las promesas. Era un dolor familiar, pero en lugar de dejarse llevar por la tristeza, Adeline decidió escribir.

Se sentó en su cama, con su guitarra al alcance, y comenzó a tocar una nueva melodía. Mientras la música fluía, las palabras comenzaron a tomar forma. Esta vez, no era solo sobre la pérdida, sino sobre la aceptación. Sobre el amor que aún sentía por Hazel, pero también sobre la vida que estaba comenzando a construir sin ella.

Las notas resonaban en su habitación, llenando el aire con una sensación de esperanza. A través de la música, Adeline encontró una forma de honrar su pasado mientras abrazaba su futuro. Y aunque el dolor nunca desaparecería por completo, había comenzado a aprender que podía vivir con él, transformándolo en algo hermoso.

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