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Para comprender esta historia tendría que comenzar por el principio, pero todos los principios son un poco lentos y aburridos, así que iré directo al punto.

Minjeong tenía prisa.

Todos estaban buscándola porque ella era imprescindible para el mundo. La joven princesa nacida en el siglo XXI, esto último fue un alivio, porque no sabía qué habría hecho sin sus iPod o su batido proteico de todos los días. Además, había visto el sistema de ensañamiento de la edad media y créanle, no sería agradable.

Tenía veinte años, estaba lista para grandes cosas, pero era una omega, lo que significaba que su vida se reduciría a criar cachorros con la esperanza de que fuesen alfas capaces de gobernar y enseñar los dientes en caso de ir a la guerra. Agh, le parecía ridículo, ciertamente era mejor en la estrategia bélica que su hermano menor, pero como Eunseok era el alfa de la familia sería quien tomase el trono. Sus únicas cualidades que estaban por encima de las de Minjeong eran su altura, que era un hombre y el tamaño de sus músculos, el cual venía de su rango como alfa y no de una rutina en el gimnasio.

Así fue como, en cada uno de los entrenamientos, había hecho comer el polvo a Minjeong. Lo que, a su padre, mientras estuvo vivo, le había parecido una ventaja inigualable.

Minjeong no culpaba a Eunseok, el niño era dulce para ser un alfa, pero le faltaba entusiasmo y siempre estaba holgazaneando en la piscina. En cambio, ella se había preparado toda su vida para asumir las responsabilidades de una líder. Era buena en historia, en álgebra, en filosofía, en química y en literatura; tenía un buen porte y una cara agradable, lo que la hizo ser la favorita de los paparazis; era buena en el tiro al arco y en las carreras de larga distancia. Aun así, no era suficiente.

Nunca lo sería.

Se esforzó hasta el punto de que enfermó gravemente durante la infancia. Su padre, el rey, le dijo que le había dado demasiadas libertades para una omega (porque sepa Dios qué lo influenció a hacer a los omegas el eslabón más débil). Su madre, que solía ser condescendiente con la situación de Minjeong, la tomó en brazos y le prometió que algún día las cosas se volverían más sencillas.

Fue una vil mentira.

Las cosas no se hicieron más sencillas.

Y el mundo solo se torció hasta quedar de cabeza.

El sudor corría por el rostro de la princesa a pesar del mal clima otoñal, pegando asquerosamente los mechones pelirrojos de su flequillo a su frente. Se puso la capucha por encima del gorro y salió del hediondo callejón entre las avenidas principales. Pudo ver a lo lejos una de las furgonetas con la estampa de la familia real en la matricula, caminó despacio, fingiendo que no huía de la reina y de sus intentos por concertar una videollamada con su prometido.

Odiaba a ese bastardo.

Demonios, su prometido era un alfa perfecto. Fuerte, alto, dotado de intelecto y con un don para endulzar el oído de su incauta madre. Se habían visto dos veces antes de que él se fuese al ejército para completar su educación, cuestión necesaria para ser un alfa digno capaz de contraer matrimonio con una princesa de Corea.

La primera vez que se vieron, Minjeong tenía quince años y acababa de atravesar su pre-celo, lo que en clase de biología explicaron que sucedería para que su cuerpo se acostumbrase poco a poco a las sensaciones que atravesaría durante el verdadero negocio. En otras palabras, que no aparecían en los libros de medicina ni en las novelas románticas, estaría caliente como una perra en celo y se moriría de dolor hasta el punto de querer destriparse con sus propias uñas.

Todavía era una cachorra en ese entonces, aún creía que podría salirse con la suya si sonreía y asentía a cada palabra pronunciada por los adultos.

Out Of Touch | WINRINA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora