04

724 99 29
                                    

Olía a invierno, a la víspera navideña, a turrones y a cidra, al jengibre de los postres que su padre siempre hacía porque a su appa le encantaba como sabía junto a un trago de vino tinto.

Le gustaba su hogar y adoraba a su familia, nunca antes sintió vergüenza por ellos.

Hasta ahora.

La princesa avanzó por el corredor, dejando su abrigo en el perchero junto a la biblioteca empotrada en la pared, que estaba repleta de libros polvorientos. Desde Sobre la paz perpetua de Kant hasta La dama de las camelias de Dumas. Lo miró todo con tanta veneración que resultaba un espectáculo ridículo. ¡Es decir, ella era una princesa! Esta sencilla casa suburbana palidecía ante su presencia, pero admiraba cada rincón con sus ojos grandes y oscuros adquiriendo un brillo conmovedor.

Minjeong relucía como el oro verdadero entre un montón de monedas de chocolate. Si lo pensaba bien tenía lo mejor en un combo perfecto: Oro y chocolate, ¿quién podría querer más que eso?

Todo fue bueno y tranquilo, entonces Mr. Tarly, el gato de su hermana, pasó corriendo y se saltó hacia Minjeong para asentarse en su pecho y ronronear contra su hombro. El vestido blanco, que de seguro era más costoso que todo el armario de Jimin, se llenó de pelos anaranjados. Fue una tragedia que Mr. Tarly estuviese pelechando en esa época del año.

Jimin chilló, tomando al gato y poniéndolo en la repisa superior que solo ella podía alcanzar. Al parecer Mr. Tarly estaba huyendo de Minji, quien quería ponerle un gorro de navidad para una fotografía familiar.

-¡Gatito, ven aquí!

Ella se detuvo abruptamente en el marco de la puerta que daba al salón, miró a Minjeong con la misma expresión que alguien pondría al ver a un fantasma.

Jimin rezó para que su hermana menor no se hincase en el suelo y besase los pies de la princesa. Ella no hizo eso, gracias a todos los santos, Minji solo corrió de regreso por donde había venido.

Minjeong alzó las cejas y Jimin suspiró.

-No tengo ni idea...

-¡Te dije que era la princesa! -dijo Minji, ahora arrastrando consigo a su otra hermana, ambas discutían entre ellas, apenas mostrando sus cabezas.

Jimin se golpeó la frente. Bien, confirmado, su familia era vergonzosa.

Pero, para su sorpresa, la princesa sonrió. Estaba hecha una tonta por una chica con linda sonrisa, ¿no era una horrible circunstancia para alguien que no podía detener el tiempo? Nunca le había preocupado los planes del destino, era el tipo de persona que vivía sin esperar qué le depararía el futuro, pero hoy, en este momento, estaba preocupada.

Su hermana menor tenía un gusto retorcido por la farándula, de cierta manera le recordaba tanto a Ningning que no era de extrañar que Jimin las tratase a ambas de la misma manera. Minji siempre había sido la más valiente, o quizás la más imprudente, así que no fue inesperado que tomase la mano de la princesa y la sacudiese con fuerza.

-Increíble, eres incluso más linda en persona. Ahora entiendo que no hubiese fotos tuyas en la fiesta de la realeza... ¡Es porque estás aquí! -torció el ceño, inclinándose para mirar a Jimin. -¿Secuestraste a la princesa?

Su hermana mayor, Irene, hizo una mueca.

-Jimin, por lo que más quieras, dime que no has secuestrado a una princesa.

Antes de que pudiese demostrar su inocencia, Minjeong saltó como si estuviese imitando a Mr. Tarly, aunque Jimin sabía que la
princesa era una especie de persona gato por naturaleza. Rasqueteaba su espalda cuando quería comida, se metía en sus frazadas y se le pegaba al pecho cuando tenía frío en exceso, y se quejaba del afecto desmedido, pero siempre terminaba buscándola por sí misma.

Out Of Touch | WINRINA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora