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Se despertó con un martilleo incesante en la cabeza y un dolor punzante en las rodillas. Pero el lugar olía bien, demasiado bien, por lo que quizás todavía estaba soñando. De ser así, no quería despertar, porque el chocolate se le filtraba por la nariz, llenaba sus pulmones y enredaba su corazón. Sin embargo, el café también estaba allí, por lo que tuvo que abrir los ojos.

Y definitivamente esa no era su habitación. En realidad, su departamento entero podría entrar en esta habitación. A menos que estuviese participando de uno de esos programas en los que remodelan tu casa en menos de veinticuatro horas, pero hasta donde ella sabía, nunca se inscribió en una de esas cosas.

Y de haberlo hecho, jamás decoraría al estilo rococo.

Entonces...

-¿Cómo te sientes?

Movió la cabeza tan rápido que se aseguró una torticolis. Pero nada de eso importó, todo el dolor pasó a segundo plano en el momento en que la vio.

Kim Minjeong estaba sentada en una silla giratoria, descalza y despeinada, con una taza humeante entre las manos. Una taza que tenía impreso a un pequeño dinosaurio con una corona dorada que decía "Rawrrr". Así que de ahí venía el olor a café... y el chocolate, por supuesto. Jimin quiso salir fuera de la cama, pero la cama era molestamente inmensa y tan cómoda que sería mejor traer a la princesa en vez de ir hacia ella. Sin embargo, la lengua le pesaba en la boca y sus instintos estaban actuando sin preguntarle a su cerebro si era el procedimiento adecuado.

Minjeong debió notarlo. Dejó la taza de café en el escritorio y se puso de pie, al mismo tiempo en el que Jimin lograba sentarse y poner los pies en el suelo. Un suelo que era calentito y estaba colmado de alfombras en tonos azules y retoques plateados. La princesa se detuvo entre sus piernas y le sonrió con cariño, lo que hizo al corazón de Jimin comportarse como un loco.

-Ve a darte una ducha, te conseguiré algo de ropa y un cepillo de dientes.

Por pura memoria muscular sus manos terminaron en las caderas de la princesa. Fue un mandato divino, como si una presencia poderosa le susurrase en el oído que era pecado no tocarla teniéndola tan cerca. Estuvo de acuerdo con esa voz. Quizás todavía estaba medio borracha, porque no sentía el peligro inminente, a pesar de verlo reflejado en el rostro de Minjeong.

Arrugó la tela bajo sus dedos y miró los alrededores. Las grandes ventanas estaban cubiertas por cortinas de terciopelo y listones del mismo tono que las alfombras, el dosel de la cama era alto y funcionaba como una carpa, también de un azul elegante.

-¿D-dónde...?

Minjeong ladeó la cabeza.

-En mi habitación, ¿no recuerdas nada?

Jimin miró hacia abajo, a sus pantalones arrugados y sucios de tierra y algo verde que rezó para que fuese clorofila y no otra cosa. La noche anterior regresó a ella en pequeños destellos. Escuchó a Giselle en vez de a Ningning, lo que demostraba cuán borracha había estado. Besó a una extraña y se sintió miserable cuando se percató de que solo quería volver a besar a la princesa. Entonces pidió que la llevasen a casa y terminó en los jardines del palacio implorando que la dejasen ver a Minjeong.

-Oh, Dios...

Jimin nunca había estado tan avergonzada en toda su vida.

Arrastró las manos por su cara, llevándose las lagañas y el sonrojo. Miró por entre los huecos de sus dedos el rostro entretenido de la princesa y se preguntó cuántas cosas había dicho anoche.

¿Le habría confesado que últimamente se sentía como una niña a la que se le había prohibido algo que realmente deseaba?

Esperaba que no, porque Kim Minjeong se casaría pronto y ella estaba allí, molestándola.

Out Of Touch | WINRINA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora