Capítulo 6

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Camille

Me despedí de mi padre agitando la mano, como era costumbre, mientras él se mantenía en su habitual silencio. Aunque la rutina de siempre era el trayecto largo, incómodo y lleno de quietud, algo había cambiado hoy. Esta vez, papá hizo un esfuerzo por romper ese hielo invisible entre nosotros. Intentó intercambiar algunas palabras, algo que no ocurría con frecuencia. No le negué su intento de comunicación, aunque sus palabras fueron sobre lo mismo de siempre: lo que hablaríamos en la junta de Élite.

Al principio, el simple hecho de que intentara hablar conmigo ya me parecía un pequeño avance. Pero en cuanto sus palabras giraron en torno a la junta, el tema que inevitablemente siempre se colaba en cualquier conversación que tuviera con él, me sentí un poco más tensa. A pesar de que no me molestaba hablar sobre ello, me ayudaba a saber a qué me enfrentaría al entrar en esa sala llena de gente de poder, todos con miradas astutas y calculadoras.

Porque, aunque llevaba años manteniendo una buena relación con mis tíos y primos, sabía que el poder lo cambiaba todo. En esos momentos, la familia quedaba en segundo plano. Todos olvidaban sus lazos sanguíneos y se volvían extraños. El abuelo había sido quien, con su firmeza, había logrado mantener a la familia unida a lo largo de los años, pese a las diferencias que existían. Pero cuando se trataba del trono, todos se olvidaban de su origen y solo pensaban en el dominio.

Esa era una de las razones por las que evitaba asistir a esas juntas. No quería hacer enemigos, pero tampoco estaba interesada en hacer aliados. Al final, todo se reducía a un juego de apariencias, un campo de batalla lleno de personas dispuestas a morder y a traicionar. Ese lugar siempre me había parecido un nido de víboras, y, honestamente, no tenía ganas de ser parte de él.

Al llegar a la universidad, me dirigí a mi casillero, sumida en mis pensamientos sobre la junta que se acercaba. Tenía la mente ocupada, pero me esforzaba por no dejar que la preocupación me abrumara. Estaba absorta, buscando mis libros, cuando una voz familiar me sacó de mis cavilaciones.

—Camille —la voz animada de Emily me hizo girar y verla acercarse a mí con una sonrisa de oreja a oreja, como siempre.

—Hola, Emi —la saludé, devolviéndole la sonrisa.

—¿Qué clase de toca ahora? —preguntó con curiosidad, sus ojos brillando al igual que su tono.

—William —respondí, tomando los libros que necesitaba.

—¡Uy, no! Ese profesor me cae tan mal —empezó a rodar los ojos con fastidio—. Pero no puedo negar que está guapo.

No pude evitar fruncir el ceño y mirarla casi horrorizada.

—Ay, por Dios, Emily —respondí, levantando una ceja—. Podría ser tu papá

—Pero no lo es —dijo ella con un tono juguetón y una risita traviesa, como si lo dijera solo para molestarme.

—Eres todo un caso —negué con una sonrisa, cerrando el casillero mientras dejaba escapar una ligera risa. Emily siempre sabía cómo hacerme reír, incluso en los momentos más tensos.

Con ella, las preocupaciones sobre lo que vendría más tarde parecían un poco más lejanas, aunque sabía que no podía dejar de pensar en la junta. Al menos por ahora, tenía una distracción agradable.

Como era costumbre, Emily entrelazó nuestros brazos y comenzamos a caminar juntas hacia mi aula. Según ella, quería asegurarse de que llegara sana y salva. Cuando llegamos a la puerta, me dio un fuerte abrazo y, con una sonrisa, se despidió de mí antes de perderse entre la multitud de estudiantes en los pasillos.

Entré al aula con una sonrisa radiante, me sentía más feliz de lo habitual, aunque no podía decir exactamente por qué. Las miradas de odio de Tiffany y su grupito no pasaron desapercibidas, pero simplemente no me importaban. Me dirigí a mi asiento, dejé la mochila sobre la mesa y saqué mi libro favorito para comenzar a leer mientras esperaba al profesor.

Un romance al estilo clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora