Capítulo 6

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Luego de esa «charla», los cuatro se pusieron en marcha. Molly, le prestó a Samantha varios videos en dónde explicaban cómo ser la "dama de honor perfecta". La madre de Molly había sido dama de honor incontable veces, gracias a sus amistades, y le gustaba que todo saliera a la perfección. También le prestó revistas, al igual que Rocio. Osvaldo, se limitó a reír mientras veía a su mejor amiga convertirse en toda una dama de honor. Mucho no podía hacer, ya que él no sabía nada sobre eso.

Samantha se pasó, literalmente, todo el fin de semana viendo esos vídeos y recordando cada palabra y las cosas más importantes que una dama de honor debía hacer. El sábado a la mañana Juan había partido hacia Escocia a arreglar asuntos de la boda y Abril se quedaría en New York, para terminar los toques finales.

El lunes a las diez de la mañana, Samantha ya estaba lista para recoger a la ojicafé e irían de compras. Se miró por última vez y salió disparada hacia fuera, tomó el ascensor que lo habían arreglado un día antes y se dirigió al aparcamiento. Antes de subirse, se aseguró de llevar dos cascos; uno para ella y el otro para Abril.

Se colocó el suyo y en menos de diez minutos ya se encontraba en el apartamento de la ojicafé, ella ya la esperaba abajo. Típico de Abril impaciente Garza.

–Todavía sigues con esa cosa. –dijo frunciendo el ceño mientras señalaba a la motocicleta.

–O te subes o te quedas aquí. –contestó Samantha sonriendo arrogantemente, mirándola a través de sus gafas de sol– ¿Qué esperas?

–Has traído un casco para mi, ¿cierto? –preguntó con cierto miedo. Abril le tenía mucho temor a las motocicletas.

–Claro. –respondió. Se bajó de la motocicleta, abrió un mini compartimiento que Nova traía, lo sacó y se lo entregó.

Sin protestar, Abril se lo colocó y se subieron.

–Hey, Ari, –llamó la semirubia– no aprietes tan fuerte. No puedo conducir. –dijo girando el rostro un poco, riendo.

–Lo siento, –dijo apenada aflojando su agarre– pero sabes que no me he acostumbrado.

–Mira, tienes que poner tus manos aquí. –habló Samantha poniendo sus manos sobre las de Abril que estaban casi en su cuello, colocándolas en su cintura. Ambas pudieron sentir el cosquilleo en sus manos, sin duda.

–Gr-gracias. –tartamudeó Abril nerviosa.

Una sonrisa de estúpida adornaba la cara de Samantha, era mágico lo que la afectaba un toque de Abril. Por su lado, ella estaba completamente sonrojada, apoyado contra la espalda de la ojimarrón.

Sin decir más, se pusieron en marcha.

En la primera tienda estaba el vestido. Samantha se sentó en una pequeña silla en frente del cambiador de Abril y la vio probarse quince, como mínimo. De color crema, champagne, perla y blanco. Para la ojimarrón eran totalmente iguales, con cualquiera de ellos, la ojicafé se veía hermosa. Se lo repitió miles de veces, pero Abril parecía no escucharla.

Cuando iba por el número veintiseis Abril salió soltando un bufido del cambiador y miró a Samantha.

–No sirves para esto, lo único que me dices es "Te queda perfecto, Ari". Debi traer a mi madre. –dijo negando con la cabeza.

La semirubia no dijo nada. Estaba observando atentamente a su mejor amiga, ese era su vestido. Lo había encontrado, es que le quedaba realmente perfecto. Subia y bajaba la mirada por su cuerpo, la desnudaba prácticamente. Desearía con todas su fuerzas que Abril se estuviera preparando así para casarse con ella.

Se levantó rápidamente de su asiento y tomó a Abril por la cintura, poniéndolo de espaldas a ella, la dirigió hacia el vestidor e hizo que se viera a sí misma frente al espejo. La ojicafél estaba sorprendida, le quedaba a la perfección. Samantha llevó su boca hasta el oido de ella y le susurró tiernamente:

–Es este, Ari. Te queda hermoso, en serio. Te ves... perfecta. –suspiró.

Todo el cuerpo de Abril se estremeció al sentir el aliento caliente de Samantha en su oído y cuello. Una corriente eléctrica le recorrió la espina dorsal. Nunca había sentido eso con alguien, ni siquiera con Juan. Sus ojos se conectaron, aunque Garza seguia de espaldas a su mejor amiga, se conectaron a través del espejo.

En un abrir y cerrar de ojos, se encontraban frente a frente, a escasos centímetros. Abril acorralada contra el espejo, con las manos de Samantha al costado de su cabeza. Cerró los ojos instintivamente al sentir el aliento chocando contra su cara. Su corazón latia desbocadamente, sentía que en cualquier momento le explotaría el pecho. Abrió un poco sus labios, preparada para lo que vendría: un beso. Al menos, eso se imaginaba. Samantha estaba igual que ella, nerviosa y excitada. Si no se detenía en ese mismísimo momento, le haria el amor allí. Abril se estaba entregando en bandeja, prácticamente. Se acercó un poco más rozando sus labios, solo un simple roce.

Luego de sufrir un rato, estampó sus labios contra los de la ojicafé. Dejándolos quietos por un momento, para después comenzar a moverlos. Delineó el labio inferior de Abril con su lengua, pidiendo permiso, y rápidamente lo consiguió. Abril rodeó el cuello de Samantha con sus brazos, al momento que ella dirigió sus manos a la cintura de la ojicafé, intensificando el beso. Sus labios encajaban perfectamente, moviéndose al compás. Se separaron, juntando sus frentes, con una sonrisa en sus caras, en la misma posición.

–¡Samantha! –comenzó a gritar Abril. Ella la miró confundido– ¡Samantha! –vociferó otra vez.

De golpe, despertó. Cerró sus ojos por un momento, acostumbrándose a la luz. Abril estaba de pie delante de ella, de brazos cruzados y la miraba con el ceño fruncido. Se había quitado el vestido y su rostro estaba rojo por la furia.

–¡Te has quedado dormida! –gritó enfadada– ¡Eres la peor dama de honor del mundo!

La ojimarrón se sonrojó a más no poder, se sentía una estúpida.

«¿Así piensas conquistarla, Rivera?» le recriminó su consciencia.

–Lo siento tanto, Abichu. –dijo mirándola apenada– No era mi intención, en serio. Lo siento, sé que no es excusa pero anoche no dormí muy bien. –y no mentía, no había pegado un ojo en toda la noche. Se paró y abrazó a Abril, pensando en el sueño que acababa de tener. Debía calmarse– Te prometo que no lo hago más, lo siento.

Lentamente unos brazos rodearon su cintura y la cabeza de la ojicafé se apoyó contra el cuello de Samantha.

–Está bien, lo siento. No debí gritarte.

Se dirigieron a la caja y pagaron, el vestido era muy igual al del sueño de la semirubia. Probablemente porque lo vio y se imaginó a Abril en él. Se preguntó en qué momento se había quedado dormida.

Antes de que se retiraran de la tienda la cajera, una muchacha joven, las llamó.

–Uhm disculpen. –dijo llamándolos dudosamente, insegura. Las dos se voltearon a verla– No quiero sonar entrometida, ni nada por el estilo, pero... ¿cuánto llevan saliendo?

Esa pregunta dejó heladas a las dos. No se la esperaban, luego de unas segundos de shock Samantha sonrió y tomó a Abril de la cintura, acercándola a ella.

–Un año. –respondió orgullosa. Miró a Abril que seguía sin decir nada, seria y rígida.

–Oh. –dijo otra vez, la muchacha– Debo decir que hacen una muy linda pareja. He visto la forma en que se miran, y puedo contar con los dedos las parejas que se observan así. Lástima que el amor esté escaseando. –suspiró– No vayan a separarse, se nota que se aman. Las felicito. –terminó con una sonrisa. La ojimarrón se la devolvió y salieron de la tienda.

Samantha estaba arrastrando a Abril. Esta última paró en seco.

–¿Qué rayos fue eso? –preguntó con el ceño fruncido. Estaba enojada, otra vez.































Si ven algún error de edición, ortográfico, o de redacción no duden en decírmelo. Se los agradecería mucho.

Los quiero. ❤️

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