𝗡𝗶𝘃𝗲𝗹 𝗘𝘅𝘁𝗿𝗲𝗺𝗲ㅤㅤㅤㅤᴇᴄʟɪᴘsᴇ

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Seishiro se despertó con dificultad, el sonido de su despertador era como un martillo que golpeaba su cabeza. Se dio la vuelta y apagó el molesto aparato, deseando poder seguir durmiendo. Pero sabía que eso no sería posible, especialmente porque (N) estaba a punto de entrar por la puerta en cualquier momento.

Y así fue. La puerta se abrió y (N) entró con su habitual energía matutina, una sonrisa en su rostro y un brillo en sus ojos que siempre parecía iluminar la habitación.

—¡Buenos días, Seishiro! ¡Es hora de levantarse! —exclamó, quitando las cortinas para dejar entrar la luz del sol.

Seishiro gruñó, cubriéndose los ojos con una almohada.

—Cinco minutos más, por favor... —murmuró.

(N) se rió y se acercó a la cama, quitándole la almohada.

—Nada de eso, señor perezoso. Tenemos un día ocupado por delante. Hay tantas cosas que hacer y no vamos a perder ni un minuto.

Seishiro suspiró, pero sabía que no tenía sentido discutir. (N) siempre ganaba estas pequeñas batallas. Con mucho esfuerzo, se levantó de la cama y se dirigió al baño. Mientras se lavaba la cara, se miró en el espejo y pensó en lo diferentes que eran.

(N) era como un rayo de sol, siempre llena de energía y determinación. Trabajaba duro para alcanzar sus metas, sin importar cuán difíciles fueran. Seishiro, por otro lado, siempre había sido naturalmente talentoso, nunca había tenido que esforzarse demasiado. Pero esa misma facilidad lo había llevado a ser increíblemente perezoso.

A pesar de sus diferencias, había algo en (N) que lo atraía. Quizás era su pasión, su dedicación, o simplemente la forma en que iluminaba su vida con su presencia.

(...)

Más tarde, mientras caminaban juntos hacia la escuela, Seishiro no pudo evitar quejarse.

—¿Por qué tenemos que levantarnos tan temprano todos los días? La vida sería mucho más fácil si pudiéramos empezar el día a mediodía.

(N) se rió y le dio un suave golpe en el brazo.

—Sabes que no funciona así. Además, si no fuera por mí, probablemente seguirías durmiendo todo el día.

Seishiro sonrió, aunque trató de ocultarlo.

—Quizás... pero también podríamos relajarnos más, disfrutar de la vida sin tanto ajetreo.

(N) se detuvo y lo miró con seriedad.

—Seishiro, la vida no se trata solo de relajarse. Se trata de esforzarse, de superar desafíos y de crecer. Y aunque a veces puede ser difícil, siempre vale la pena.

Sus palabras resonaron en Seishiro. Sabía que tenía razón, aunque no siempre quería admitirlo. Pero lo que más le impresionaba era la forma en que (N) veía el mundo, con tanto optimismo y determinación.

A lo largo del día, sus diferencias continuaron mostrándose. Mientras (N) se esforzaba en clase, tomando notas y participando activamente, Seishiro apenas prestaba atención, prefería mirar por la ventana y dejar que su mente divagara. Pero a pesar de todo, siempre encontraba la forma de estar allí para ella, apoyándola en todo lo que hacía.

(...)

Durante el almuerzo, mientras (N) repasaba sus apuntes y organizaba su agenda, Seishiro se recostó en el césped, mirando el cielo. Le encantaba esa sensación de no tener que preocuparse por nada, de simplemente disfrutar el momento. Pero sabía que (N) veía las cosas de manera diferente. Para ella, cada momento era una oportunidad para avanzar, para aprender y mejorar.

—Seishiro, ¿puedes ayudarme con esto? —preguntó (N), mostrándole un problema de matemáticas.

Seishiro se incorporó, bostezando.

—Claro, ¿qué necesitas?

(N) le explicó el problema y Seishiro, a pesar de su pereza, resolvió la cuestión en pocos minutos. Era fácil para él, pero lo que realmente le sorprendía era la dedicación y el esfuerzo que (N) ponía en todo lo que hacía.

Al final del día, mientras caminaban de regreso a casa, (N) tomó la mano de Seishiro y le sonrió.

—Eres mi sol, (N), y no sé qué haría sin ti.

(N) se rió y se acercó a él, dándole un beso en la mejilla.

—Y tú eres mi luna, Seishiro. Siempre encontraré la forma de hacerte brillar, incluso en los días más oscuros.

Seishiro sintió una cálida sensación en su pecho. Miró a (N) a los ojos y se inclinó hacia ella, besándola suavemente en los labios. Se separaron lentamente, manteniendo la mirada.

—Gracias por ser mi luz, (N). —dijo Seishiro con un tono suave.

(N) sonrió, acariciando su mejilla.

—Y tú gracias por ser mi calma, Seishiro.

Mientras seguían caminando hacia el horizonte, el cielo comenzó a cambiar de color. El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Justo en el momento en que el sol desaparecía detrás de las montañas, la luna empezaba a asomarse en el cielo opuesto, como si se miraran en un eterno baile de dos amantes.

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𝗡𝗜𝗩𝗘𝗟 𝗘𝗫𝗧𝗥𝗘𝗠𝗘-𝑺𝑬𝑰𝑺𝑯𝑰𝑹𝑶 𝑵𝑨𝑮𝑰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora