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Su primera noche en Seúl fue graciosa para ella. Pero no gracioso de risa, gracioso de raro.
Ha-Neul no pudo descansar bien, hacía demasiado calor —además de que estuvo en llamada con su mejor amiga, Grace, casi toda la noche—.
Estuvo contándole sobre su primer día y ambas concordaron en que el mejor amigo de Hae-in debería quedarse con ese título para ella.
Pero eso no quitaba que fuera atractivo.
—Unnie, ¿despertaste? —la voz de su hermana menor se repetía una y otra vez, para su mala suerte—. Choi Ha-Neul, ¿ya te alistaste?
La mayor seguía acostada en su cama, descansando y haciendo caso omiso a Hae-in.
—Hani...
Continuó durmiendo, la flojera le ganaba. Quería faltar a la escuela, pero sus padres no le dejarían.
Otra desventaja de estar en Corea.
Sintió su rostro húmedo y sus ojos se abrieron de par en par. Hae-in no se atrevería...
La menor salió corriendo hacia la sala de estar, sus carcajadas resonando por la casa.
—¡CHOI HAE-IN! —soltó un quejido y colocó una almohada en su rostro.
Hasta que su mamá entró a su habitación y se sentó en su cama.
—Te tengo un regalo, pero sólo si vas a la escuela. —Ha-Neul se sentó, sobó sus ojos y la miró.
Su madre tenía una cajita plateada en sus manos, pero no la abrió.
La castaña se levantó con flojera y caminó hacia su cuarto de baño, dónde se lavó la cara y echó algunos productos para el rostro.
Después de terminar su rutina de skincare, regresó con su mamá.
—No le digas a Hae-in, pero... —sacó una cadena bañada en oro, tenía un espacio para colocar una pequeña foto—. Lo encontré mientras limpiaba el ático, la semana pasada. Lo guardé para ti.
—Aw, má, gracias... —lo tomó en sus propias manos y sonrió.
Su madre le sonrió de vuelta y se retiró de su habitación, para dejarle cambiarse.
Por otro lado, Hae-in estaba en el columpio de su jardín, balanceándose mientras leía "Romeo y Julieta".
—Necesito mi amor prohibido con alguien... —levantó su mirada del libro, para encontrarse con su hermana mayor.
Ésta estaba terminando de atarse los pasadores.
—¿Vamos?
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