Perona siempre ha estado rodeada de fantasmas, le hacían compañía cuando estaba sola o aburrida, después de todo su poder le había otorgado aquella habilidad.
Sin embargo, el día en el que pudo llegar a despertar su fruta del diablo aquello subió a...
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Llegar a la isla Pātī fue un auténtico desafío.
Un enorme calamar amarillo, seguido de miles de criaturas marinas, incluyendo ballenas con grandes cicatrices casi habían volcado su transporte.
No fue bonito.
Su transporte tampoco fue bonito.
Eran una manada de bandidos que tenían un barco de Luffy. Literalmente.
Su fanatismo era otro nivel.
Bartolomeo, el capitán del barco y reconocido pirata le había ayudado a llegar por el simple hecho de tener una conexión con los Mugiwaras.
Era algo que le solía pasar a menudo, ¡Era tan divertido conseguir cosas gratis por conocer a Zoro!
El punto era que conocerlos le daba ventajas en muchas cosas, además ir a una fiesta suya siempre era divertido.
La isla Pātī era un ejemplo claro. Estaba llena de arboles de aspecto exótico, el césped se movía a voluntad, como si estuviera bailando, las cosas cambiaban de color constantemente, así que evitaba mirar algo fijamente para no tener un mareo severo.
En serio, ¿a quien se le ocurrió que esa isla era bonita?
Cierto, Monkey D. Luffy
Ese tipo era de lo más raro y poderoso. Era mejor tenerlo de amigo, sobre todo en aquellos tiempos en donde una sola mirada envidiosa hacia los Mugiwaras podía causarte la muerte a causa de fanáticos extremistas.
Buggy, quien era un Yonkou había cometido un error terrible al enemistarse con ellos, nadie en el mundo quería estar en el mismo lugar que él. Cosa que le daba fama de atroz y peligroso.
Personalidad totalmente diferente al tipo. Pero vamos, no juzgaría.
En el momento en el que pisó tierra firme, fue recibida por el entusiasmo de toda la gente por la anticipación de lo que seguro sería la mejor fiesta del año, hasta que organizaran otra, claro.
—¿Ah? —Una voz algo desinteresada apareció —. ¿Perona? ¿Viniste?
—¡Zoro! —Se acercó hacia él, emocionada —. ¡Era obvio que vendría! No podría perderme una de estas fiestas. ¿Quién sabe qué cosas bonitas podría encontrarme?
—No vas a convertir a nadie en un oso de peluche. —Pensó un poco en su respuesta —. Solo al cejas rizadas.
—¡¿Ah?! ¡Él no es adorable! Tiene otro tipo de belleza que no quiero ahora mismo. De todos modos, ¿No te alegras de verme ni un poquito?
—Bueno...
Soltó un bufido de indignación. —¡Eres un idiota! ¡¿Acaso no te acuerdas de todas las veces que te curé en Kuraigana?!
