La cabeza me estaba matando, si tuviera la fuerza suficiente golpearía mi cráneo con el muro de piedra que me rodeaba para acabar con esta maldita tortura.
Carajo...
¿Cuánto tiempo he estado drogado?
La garganta la sentía demasiado seca y un ardor punzante seguía muy constante y dispuesto a desgarrarme el cuello.
Abrí los ojos de golpe y por un momento un aire de alivio me dio esa tranquilidad que había anhelado. Con mucho esfuerzo —y quiero decir torpeza—me giré de lado y atisbé aun con la vista algo nublada una figura alta que permanecía quieta detrás de unos barrotes gruesos.
Me tomé unos segundos para caer en cuenta en donde me encontraba. Estaba en un puto calabozo.
—Al fin despertaste.
Al parpadear la figura alta se multiplicó, solo que la otra era de una piel oscura con predominantes ojos rojos. Me sentía desorientado.
—¿Dónde estoy? —pronuncié con una voz queda.
—Estamos en mi casa, Max —dijo ese tono que podía reconocer perfectamente, incluso sedado—. Eres un vampiro novato y estás aquí encerrado por seguridad.
No sé de dónde sacaba la fuerza en mi cuerpo, pero logré ponerme de pie con ayuda de la pared a mi espalda. La debilidad parecía estar en cada una de mis extremidades, y apenas pude darme cuenta de que se trataba solo de mi mente debido a toda la droga que Gastón de seguro me dio para traerme hasta este jodido lugar.
Pegué una mano a mi cabeza como si presionándola lograra bajar la intensidad que me estaba desquiciando.
—¿Qué mierda me sucede? ¿Qué me hicieron?
—Mi hermano Barbany te mordió creyendo que podría tenerte de su lado, eso provocó su muerte y tú has heredado su don.
Un golpe directo a la realidad, al recordar esos malditos ojos ambarinos atacándome en mi habitación del hotel en Berlín, sus uñas alargadas perforando mi piel y después un pinchazo que me noqueó de dolor en el cuello.
Por inercia llevé una de mis manos justo donde recordaba que había sido mordido, percibí unas líneas irregulares que formaban círculos destacándose de mi demás piel plana.
No, no es cierto...
No, nada de lo que decía tenía sentido para mí, muy apenas podía digerir la idea de que Gastón no era humano y que estaba casado con... ¿Con quién estaba casado? Esa persona se supone que es importante para mí.
Mi cuerpo empezó a contorsionarse, algo en mi cabeza no dejaba de darme vueltas y sentía una intensa necesidad de obtener respuestas a toda costa, de acabar con esta maldita hambre que me estaba retorciendo desde adentro.
Solté un gruñido y acto seguido perforé la pared de piedra con solo usar mis dedos. Parpadeé totalmente patidifuso al ver como mis uñas estaban encajadas en la pared, las liberé sin esfuerzo para ser testigo de unas alargadas y bestiales uñas.
—Mierda. Yo...
—Eres un vampiro, estás ansioso por querer entender todo, pero no te preocupes, todo lo vas a ir recordando y comprendiendo. Haré de ti un vampiro confiable y estable, no vas a tocar a Maddy hasta que yo lo autorice, y claro, la ayuda llegará pronto porque odio la faceta de los vampiros novatos.
—La carta fue enviada, mi amo.
El tipo alado de Gastón habló con una voz ronca que bien podía pertenecerle a una bestia.
—Es lo mínimo que esperaba escuchar, Martillo. Ahora quédate a custodiarlo en lo que yo me encargo de Maddy.
—Como usted ordene, mi amo.
¿Maddy?
—Maddy... —el poder que tenía ese nombre en mis recuerdos me arrolló con una avalancha de recuerdos de una niña pelirroja sonriente y llena de energía—, Maddy... mi hermana Maddy.
Esto tenía que arreglarlo con Gastón, moví mis piernas y no me importaba que esos malditos barrotes estuvieran en mi camino. En cuanto ese tal Martillo me vio caminar decidido se colocó en una posición que me indicó que estaba listo para recibir mi ataque.
—¡Gastón!
Ni si quiera pode pelear, una descarga eléctrica me sacudió de pies a cabeza en cuanto puse las manos en esos tubos de acero y me lanzó de nuevo al fondo del maldito calabozo. Me desorientó aún más de lo que ya estaba y me enderecé para quedar sentado justo en el medio de mi celda.
—Agua bendita —dilucidó mi niñera—. El amo protegió esta celda con agua bendita para evitar que te escapes, novato.
—Ese... ese hijo de perra.
Un gruñido gutural provino de ese ser perturbador al otro lado de mi jaula.
—Un insulto más hacia mi amo y yo mismo te hago cenizas, novato.
Hice un mohín por la irritación que se me disparó como cohete a la luna. El cólera bullía en mi interior con unas ganas monstruosas.
—¡A la mierda con todo esto!
—Ya veremos cuando llegue la señorita Le Revna, ella sí te pondrá en tu lugar.
Miré a Martillo.
—¿Otro fenómeno como todos ustedes?
Esa cosa se pegó a los barrotes con una intención clara de asesinarme. Y por supuesto que no iba a dar pelea, ser un asqueroso monstruo no estaba en mis planes; prefería morir ahora que vivir condenado a una maldición como vampiro.
—Los novatos suelen ser rebeldes e insufribles.
—Déjame en paz.
No necesito de nada, ni de nadie. Si tan solo pudiera apagar esto con un interruptor para no seguir aquí.
ESTÁS LEYENDO
El heredero de la tortura
ParanormalAun no entiendo qué es esa sensación en mi interior, ese poder que se encuentra desgarrándome cada músculo para liberarse con brutalidad, pero me está fascinando. Tengo sed, tengo el deseo de acabar con todos y, a la vez solo quiero mantenerme enjau...