Chapter 11: El olor a macho: un gran negocio.

321 51 20
                                    

Salí de la tienda con los tres cubos de pollo frito que casi no me cabían entre las manos. Llegué al portal de casa y tuve que dejar uno en el suelo para sacar las llaves. Una figura apenas iluminada por las farolas de la calle salió de un Jeep negro y cruzó la carretera a paso rápido para reunirse conmigo.

—Hey, Yeonjun, hoy he comprado pollo fri… —pero me detuve y miré el rostro del lobo, con el labio roto y un pequeño cardenal cerca del ojo.

Llevaba una camiseta de asas negra y muy ajustada, mostrando sus bíceps que, esa madrugada, tenían algunos cortes y arañazos. Algunos un poco profundos y con costras de sangre seca alrededor. Alargué mi mano libre y le cogí de la muñeca para verlos mejor antes de dedicarle una mirada fija por el borde superior de los ojos.

—¿Qué cojones ha pasado? —pregunté.

El lobo levantó la cabeza con orgullo.

—Trabajo complicado hoy, pero Yeonjun ganar. Yeonjun siempre gana.

Mantuve la mirada en silencio y chisqué la lengua. Los lobos siempre andaban metidos en mierdas y a mí no debería importarme, pero por un momento, un brevísimo instante, sentí hasta preocupación y miedo de que le hubiera pasado algo a ese estúpido lobo.

—Hoy he comprado pollo —repetí, girándome para abrir el portal pintarrajeado y rayado.

Yeonjun me siguió por las escaleras, muy de cerca y todavía con la cabeza alta y orgullosa. Cuando entramos en casa dejé las llaves sobre el taburete y llevé los cubos de pollo frito a la mesa de la cocina.

—No, vamos a limpiar eso —dije cuando el lobo quiso sentarse ya para cenar.

—No. Yeonjun bien. Solo hambre.

—Yeonjun va a cerrar la puta boca y se va a limpiar las heridas a no ser que quiera que Beom se enfade —respondí con tono seco y una mirada enfadada—. Así que vamos.

El lobo soltó uno de esos gruñidos de advertencia, pero me dio por el culo que se enfadara, porque yo me enfadaría más que él. Tras una silenciosa guerra de intensas miradas y gruñidos, el lobo terminó levantándose muy indignado y yendo a pasos largos y pesados hacia la habitación.

—Siéntate ahí —ordené señalando la cama.

Fui al baño a por el botiquín y volví para ver a un Yeonjun de cabeza alta y expresión enfadada, al que, evidentemente, ignoré por completo. Me quité la chaqueta, me senté a su lado y abrí la caja para sacar líquido desinfectante y una gasa con la que limpiarles los múltiples cortes. A veces emitía un gruñido cuando le escocía, tratando de apartarse de mí, pero le dedicaba otra mirada seca y continuaba. Me cambié de lado y revisé una herida más profunda cerca del hombro. Yo sabía algo de heridas de arma blanca, y de cómo curarlas, así que la desinfecté bien, le puse pomada para que cicatrizara antes y la rodeé con una gasa, apretándola lo suficiente, pero no demasiado.

—¿Tienes más heridas? —quise saber.

Yeonjun bajó la cabeza y la apartó, evitando mi mirada antes de levantarse la camiseta de asas y mostrar un buen cardenal en el costado. Lo miré con atención, debía dolerle, porque era grande, seguramente de una patada o un buen golpe. Le quité la camiseta y busqué en el botiquín una crema que había comprado algún tiempo, cuando yo también participaba en peleas callejeras y me salían muchos moretones. Quedaba poca, pero se la conseguí extender lo suficiente para cubrir el cardenal.

—No tengo más. Compraré mañana y te volveré a echar —le dije, aprovechando los restos de pomada antinflamatoria que tenía en el dedo para pasárselo por el moratón de la cara.

—Yeonjun ganó —me aseguró, manteniendo aquella fachada de pecho henchido y orgulloso.

—Claro que ganó —respondí mientras recogía todo y lo volvía a meter en el botiquín—. En esta casa no entran perdedores —le aseguré.

──  𝓗𝗎𝗆𝖺𝗇𝗈 世'✿ 𝗬𝗲𝗼𝗻𝗴𝘆𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora