Cuando me desperté, me di media vuelta entre los brazos del lobo para ocultarme de la luz grisácea que entraba por la ventana y pegué el rostro contra su pecho caliente. Solté un jadeo de placer y me froté un poco, aspirando con fuerza aquel adictivo y asqueroso olor a Yeonjun. Mis esperanzas de volverme inmune a la influencia de las feromonas ya hacía tiempo que se había muerto; así que, como un buen drogadicto, solo me limitaba a dejarme llevar por la necesidad y la autocomplacencia. Empecé con un par de besos, que se convirtieron en lametones húmedos en dirección a uno de los pezones del lobo. Oí un gruñido de excitación en alguna parte sobre mi cabeza y sentí la polla dura y húmeda de Yeonjun contra mi abdomen. Empujé al lobo para dejarle de cara al techo e ignoré sus intentos de acelerar el proceso, llegando a darle un manotazo para que dejara de empujarme la cabeza hacia su entrepierna. A veces el puto Yeonjun era un impaciente, intercalando gruñidos de enfado con gemiditos de lamento porque su concepto de los preliminares era solo empalmarse; pero a mí algunos días me gustaba disfrutar de su cuerpo, recorrerlo con las manos, frotarme la cara contra su abdomen o el vello púbico antes de llenarme la boca de jugo de lobo.
Cuando terminé con la boca completamente empapada y viscosa y el culo lleno de corrida, esperé a que desapareciera la inflamación y dejé a un Yeonjun muy complacido, dormido y roncando. Me fui al baño, me di una ducha rápida y salí desnudo para ponerme solo un pantalón corto y una camiseta sin mangas que dejaba al aire mis brazos tatuados. Ahora tenía unos bonitos cardenales nuevos alrededor del cuello y unos dolorosos mordiscos de heridas rojizas que era mejor no enseñar demasiado. No era que a mí me importara lo más mínimo, pero no quería aparecer por el trabajo con aquello y que mi nueva jefa creyera que me iban las cosas raras; ya era suficiente con mi peste a lobo y mi actitud cortante.
Puse una taza con hielo en la máquina de café y activé el botón antes de dirigirme a la nevera para llenar el enorme vaso de Yeonjun con leche fresca. Busqué un cigarro en mi cajetilla arrugada y chasqueé la lengua al comprobar que era el último. Me lo fumé al lado de la puerta de emergencia, con la espalda apoyada en la pared de ladrillos y la mirada puesta en la puerta corrediza de papel de arroz que el lobo había instalado. La barra de la cocina seguía a medio montar, pero Yeonjun había estado ocupado y no había tenido tiempo para terminarla. Al terminar, bebí el último trago de café frío y eché la colilla por la puerta antes de dirigirme de vuelta a la habitación
—Voy a comprar —anuncié en dirección a mi chaqueta para coger la cartera con el dinero y el móvil.
Yeonjun soltó un gruñido bajo como toda respuesta, con los ojos entornados y adormilados mientras se rascaba el abdomen. Un ventilador echaba aire sobre su cuerpo desnudo, removiendo aquel olor a sudor tan penetrante y denso por todo el cuarto. Entonces me asaltó la misma pregunta que me asaltaba siempre cuando le veía así: ¿Cómo era posible que hubiera terminado enamorado de aquel lobo apestoso? Chasqueé la lengua y negué con la cabeza. Solo era una más a la lista de grandes decisiones de mi vida, como dejar la escuela y empezar a drogarme.
Me acerqué a mi lobo y me despedí con una caricia de mejilla contra mejilla. Él ronroneó y sonrió antes de murmurar:
—Pásalo bien.
Murmuré una vaga respuesta y fui hacia la puerta, cogiendo las llaves antes de salir del apartamento y tomar una bocanada de aquel extraño aire limpio y liviano del exterior. Durante mi desayuno de café y sándwich, revisé mi cuenta bancaria y empecé a preocuparme un poco: lo que había conseguido acumular vendiendo el Olor a Macho estaban desapareciendo a una velocidad alarmante. Yeonjun seguía sin traer el dinero y los gastos continuaban siendo muy altos, empezando por la comida que le compraba cada día. Cuando volví a casa con las bolsas, fue lo primero que le pregunté.
—¿Todavía no has cobrado, Yeonjun?
El lobo bajó el volumen de la televisión y giró la cabeza para mirarme caminando hacia la cocina.
ESTÁS LEYENDO
── 𝓗𝗎𝗆𝖺𝗇𝗈 世'✿ 𝗬𝗲𝗼𝗻𝗴𝘆𝘂
Fiksi PenggemarSé que todos conocen a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, musculosos, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que les follen como nunca en su vida. Pero a...