xc. bittersweet old us

13 1 1
                                    

xc. amargos antiguos nosotros

Anochecía, y la impoluta e incolora inmensidad del cielo se extendía sobre Margaery, indiferente a ella y a su sufrimiento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anochecía, y la impoluta e incolora inmensidad del cielo se extendía sobre Margaery, indiferente a ella y a su sufrimiento. La muchacha se sentó en una roca y aspiró el aire puro. El simple hecho de estar viva y poder observar cómo el sol descendía por detrás de la nevada y brillante ladera debería haber sido el mayor tesoro imaginable; sin embargo, ella no lo disfrutaba, porque la desgracia de haber perdido a Alessia le había embotado los sentidos. Contemplaba el valle cubierto por un manto de nieve, mientras el lejano repique de las campanas de una iglesia salpicaba el rutilante silencio.

Sin darse cuenta, se hincaba los dedos en los brazos como si intentara resistir un dolor físico; ya no recordaba cuántas veces había derramado su sangre: en una ocasión había perdido todos los huesos del brazo derecho, y en el viaje actual ya había cosechado cicatrices en el pecho y el antebrazo, que se sumaban a las de la mano; pero nunca hasta ese momento se había sentido tan mortalmente debilitada, vulnerable y desnuda, como si le hubieran arrebatado lo mejor de su poder mágico.

Nunca había sabido cómo era la soledad pero ahora el cántico de los pájaros y su propia respiración la hacían entender que estaba completamente sola. Nadie más. Tendría que sobrevivir por su cuenta, con nada más que con la esperanza como aliada. Una aliada que amenazaba con cambiar bandos constantemente y dejarla a la merced de la crueldad del mundo real.

Claro, la estúpida princesita mimada jamás se había enfrentado a ningún problema real porque sus hermanos y tíos la consentían demasiado.

La sensación de profundo desasosiego y tristeza se reemplazaba por enojo. Estaba enojada con Alyssane, por ser quien era; con su madre, por el simple hecho de haberla parido; con Harry, por no haberla llevado con él; con Aemmond, por no haberle enseñado como se supone que tenía que reaccionar y con Alessia, por haberla dejado. Cuando escuchó la voz de Helios, se enojó con él también.

—Lo siento —murmuró el chico, con mirada apenada—. ¿Era muy importante para ti?

Margaery paró de guardar las cosas en su pequeño bolso y lo miró. Helios pareció captar la indirecta y dejó de hablar pero miró hacia un lado, Margaery descubrió que ahí estaba Selene, su hermana melliza.

—Aparentemente —comentó Selene en un murmullo.

—Le —la regañó Helios.

—¿Pueden dejar de susurrar? —comentó Margaery, con molestia—. Los escucho.

—No nos querías hablar —susurró Helios.

—Pasaste de la negación al enojo más rápido de lo que yo esperaba —dijo Selene, en el mismo tono.

Margaery miró a los mellizos, que bajaron su mirada, como si su madre los estuviera regañando. No había caído en lo similares que eran los tres, tenían el mismo cabello azabache y los ojos azules de ellos eran un poco más oscuros. Margaery tuvo que recordar que su cabello estaba casi completamente rubio y que ya no era azabache.

TEARS, wizarding worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora