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—Por supuesto, la solución ideal sería que te transformaras en un submarino o algo así —comentó Margaery a Harry en clase de Transformaciones—. Pero no creo que empecemos a ver transformación humana hasta sexto, y si uno no sabe muy bien cómo es la cosa, el resultado puede ser un desastre...
—Sí, ya. No me hace mucha gracia andar por ahí con un periscopio que me salga de la cabeza. A lo mejor, si atacara a alguien delante de Moody, él podría convertirme en uno...
—Sin embargo, no creo que te diera a escoger en qué convertirte —respondió Margaery con escalofríos—. No, creo que lo mejor será utilizar algún tipo de... pueden ser plantas. Hay varias con propiedades que ayudan a respirar bajo el agua. En 1778, Marlir Vraleyia se convirtió en la primera mujer en nadar el Océano Pequeño comiendo un tipo de plantas... aunque estaba huyendo de su hermano, que quería matarla. Aunque, en realidad no le hizo falta porque ella murió ahogada.
—Gracias, Marg —ironizó Harry—. Me ayudas mucho.
Margaery estaba empezando a sentir accesos de pánico, que ya le resultaban conocidos, y volvió a tener dificultad para concentrarse en las clases. El lago, que para Margaery había sido siempre un elemento más de los terrenos del colegio, actuaba como un imán cada vez que en un aula se sentaba próximo a alguna ventana, y le atrapaba la mirada con su gran extensión de agua casi congelada de color gris hierro, cuyas profundidades oscuras y heladas empezaban a parecerle tan distantes como la luna.
Cuando quedaban dos días, Margaery volvió a perder el apetito. Lo único bueno del desayuno del lunes fue una lechuza parda que le había enviado Sirius a Harry.
Envíame la lechuza de vuelta indicando la fecha de vuestro próximo permiso para ir a Hogsmeade.
Harry giró la hoja para ver si ponía algo más, pero estaba en blanco.
—Este fin de semana no, el siguiente —susurró Hermione, que había leído la nota por encima del hombro de Harry—. Toma, ten mi pluma y envíale otra vez la lechuza.
Harry anotó la fecha en el reverso de la carta de Sirius, la ató de nuevo a la pata de la lechuza parda y la vio remontar el vuelo.
—¿Para qué querrá saber lo del próximo permiso para ir a Hogsmeade? —preguntó Margaery.
—No lo sé —dijo Harry desanimado—. Vamos, nos toca Cuidado de Criaturas Mágicas.
Margaery se despidió de los Gryffindor y se encaminó hacia Historia de la Magia, donde Electra la esperaba emocionada.
—¡Vamos a ver las Revoluciones Artúricas! —le exclamó cuando Margaery se sentó a un lado de ella.
—Genial —aunque Margaery se desanimó más.
Ahora se tenía que aguantar que todo el mundo la mire raro cuando uno de sus antepasados mataba o quemaba a alguien inocente de una espantosa forma o cuando uno de los reyes se casaba con su sobrina, prima o hermana.