Tercer viernes

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No sé qué es lo que ocurrió aquella noche en la sala, pero ha pasado una semana y vuelve a estar abierta. La gente sigue haciendo cola para entrar y mis amigos han cogido un reservado al que entramos sin pasar calor en la puerta.

Van trayendo botellas, no sé quién está pagando todo esto pero seguro que por la mañana reclaman algún bizum. Mi cuenta lo sufrirá, pero supongo que para el cumpleaños de un colega uno se rasca el bolsillo lo que haga falta.

Miro el reloj y son las tres. Parece que el tiempo haya avanzado tan rápido que he perdido la noción de él. Miro a la pista de baile, donde algunos amigos han bajado a disfrutar pero la veo a ella, de espaldas a mí pero esos movimientos son inconfundibles.

Sin avisar a nadie, pongo rumbo a ella, no la pierdo de vista ni un solo segundo para que no vuelva a desaparecer entre la multitud.

—Esta vez te he encontrado yo a ti —le digo cuando me pongo a su lado.

—¿Quién te dice que ha sido así?

Se gira y su mirada es vacilante. Observo su rostro de arriba abajo y no puedo evitar fijarme en que lo tiene repleto de pecas que bañan su nariz y mejillas. Sus labios rojos me quitan la respiración y el negro de sus ojos me atraviesa el alma.

—¿Entonces me buscabas tú a mí?

Retira su vista de mí y vuelve a mirar a la barra esperando que llegue el camarero, no responde y me reclino sobre la barra, mirando su perfil.

—Yo sí te buscaba a ti —le digo sin esperar que diga nada —. Tengo muchas preguntas que hacerte.

—¿Y por qué debería darte las respuestas? —vuelve a mirarme.

—Porque digo yo que puedes decirme tu nombre y cómo sabías que debía irme de aquí la semana pasada —voy directo al grano.

—Casualidad.

—¿No vas a decirme tu nombre?

—¿Y tú vas a decir el tuyo?

—Leo —respondo sin pensar —. Tu turno.

Se ríe y vuelve a dejar de mirarme, tiene algo tan hipnótico que yo soy incapaz de apartar los ojos de ella. Es... no sé. Vuelve a llevar el mismo top de la semana pasada y de nuevo esos pantalones blancos anchos, pero que te dejan ver sus movimientos cuando baila.

—¿Por qué siempre bailas sola?

—Yo le bailo a todo el mundo —su mirada se posa directa en la mía un tanto desafiante —. Pero parece que eres el único que tiene ojos para mí.

—Y no tengo ni puta idea de por qué.

—Porque ambos tenemos algo roto que reparar.

No me da opción a responder, se da media vuelta con una copa que no he visto ni cuando le han servido y la sigo, pero esta vez no solo con la mirada, copio absolutamente todos sus pasos para que no desaparezca. Aparecen nuevas preguntas a mi cabeza que necesito que resuelva.

Se para junto las escaleras, se gira para mirarme y sonríe, le da un trago a su copa y me la ofrece. La rechazo con un movimiento de mano y vuelve a beber de ella.

—Leo, es tarde —dice acercándose a mí —, y algo me dice que en verdad no te gusta estar aquí.

—¿Qué?

Deja su copa apoyada en una pequeña mesa que tenemos cerca y me da un beso en la mejilla, su olor se cuela en mis fosas nasales y ahora creo que no podré relacionar la canela con nada más que no sea ella. Siento el roce de su mano en la mía antes de marcharse y me giro, sigo su estela hasta que desaparece entre la gente.

—Ey —me devuelve a la tierra uno de mis amigos —, ¿te vienes? Vamos a salir a echar un piti.

—Sí, vamos.

Salimos de la discoteca y nos quedamos prácticamente al lado de la puerta mientras mis amigos fuman, yo les acompaño y trato de mantener las ganas de volver a entrar, pero la verdad es que nunca han existido del todo... estaría mucho mejor echado en mi cama.

La puerta del local se abre y automáticamente todos miramos hacia ella, dos segundos después continúan la conversación apartando la vista de esa chica porque no es ninguno de nuestro grupo, pero yo sí la observo. Es la chica del pelo plateado, recogido y que baila como si el mundo fuese suyo. Me mira, me dedica una sonrisa y me guiña un ojo, como la primera noche que coincidimos en la puerta.

Se gira y se marcha caminando, dejando tras ella un rastro de confusión y dudas, que espero desaparezcan tras la resaca de mañana. 

AlondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora