Segundo viernes

50 7 18
                                    

Hemos vuelto al mismo lugar, no suelo salir dos semanas seguidas pero al final han terminado por liarme... La verdad es que cada día tengo menos ganas de estar aquí, parece más una obligación que otra cosa. Miro el reloj y ya son las tres de la mañana, supongo que es una buena oportunidad marcharme ahora que la mayoría han encontrado alguien más con quién pasar la noche.

¿La putada? Que todavía no estoy en condiciones de conducir... No habría bebido, no tenía intención de hacerlo, pero cuando Luca se te acerca con una copa, hace lo imposible para que nunca digas que no.

En el momento en el que voy a comunicar mi retirada a los pocos acompañantes que me quedan cerca la veo.

Ella también vuelve a estar aquí. Con sus ojos negros, el pelo recogido en una única coleta y ese top negro y... ¿Es la misma ropa que la semana pasada? Me gusta que no tenga miedo a repetir. Yo también lo he hecho, y es que creo que esta camisa blanca es lo único que utilizo para las discotecas.

La música vuelve a ser suya, da completamente igual la canción que pongan porque la baila de esa forma que me dejó sin palabras la semana pasada. Joder, y que me deja igual ahora. Su mirada se cruza con la mía y esa sonrisa que antes era a la nada, ahora es toda para mí. ¿Quién es? ¿Puedo decir que está bailando para mí en la distancia?

No sé cuánto tiempo pasa mientras nos miramos. Yo también bailo, aunque dudo estar a la altura de sus movimientos, y no puedo evitar morderme el labio de forma interna para resistir las ganas... Qué coño, voy a hacerlo. Voy a ir hasta ella.

—Ahora vuelvo —aviso a mis amigos.

Pero en cuanto me giro ella ya no está. Obligo a mis piernas a llegar hasta el punto donde estoy seguro que estaba hace dos segundos pero no, por mucho que busco entre la multitud ella no está aquí.

—Aparta —espeta alguien pero no le presto atención.

Busco entre la gente pero no. La desconocida de ojos negros, pelo casi color plata y que baila como una diosa no está. Parece que haya desaparecido, que el suelo se la haya tragado.

Supongo que es el alcohol el que vuelve a jugarme una mala pasada. Esto no ha sido real, ha sido una alucinación. Por eso era todo igual que el viernes pasado. Solo ha sido una de mis imaginaciones de borracho, porque la semana pasada me quedé con ganas de besarla, de que no fuera Nina la que se corría conmigo y fuera ella. Me quedé con ganas de saber su nombre.

Me quedé con ganas de saber que es todo eso que esconde su mirada.

Pongo rumbo al baño, necesito refrescarme la cara antes de salir de aquí. Necesito recuperar la cordura que me ha robado esa chica en apenas unos minutos. Me miro en el espejo y me desabrocho uno de los botones de la camisa, me echo agua por la nuca y trato de respirar con calma. El calor de aquí es asfixiante. Necesito aire.

El reflejo del espejo me devuelve mi imagen y la suya. La de esa chica que sonríe sin cesar, que se acaricia el pelo y sus labios rojos le roban el protagonismo a cualquier persona de esta mierda de discoteca.

—No sé si puedes estar aquí —digo sin girarme, por si vuelve a desaparecer en esos segundos.

—¿Estás seguro que no eres tú el equivocado? —pregunta acercándose al grifo que queda a mi lado.

Su brazo roza el mío y, de un calor asfixiante, pasa a invadirme un frío que me paraliza. Me vuelvo para poder mirarla fuera de ese reflejo que no capta ni la mitad de la luz que desprende y me sonríe alzando una ceja, haciéndome dudar si de verdad me he equivocado de servicios.

—¿Por qué no dejas de mirarme? —le pregunto sin saber ni por qué.

—¿Por qué no dejas de hacerlo tú?

—Porque no puedo —confieso.

—Será mejor que tú también salgas de aquí —me susurra a mi oído, haciendo que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.

Se separa de mí y se marcha sin decir nada más, quiero seguirla pero me siento paralizado. No sé ni por qué, pero le hago caso. Salgo del baño y mis pies van en automático hasta la salida de la discoteca. Respiro profundo y camino hasta mi coche, solamente entro, bajo las ventanillas y me siento frente al volante sin arrancarlo. No debo conducir aún.

Cuando miro por la ventana del copiloto hacia la puerta, veo a varios policías entrar por la puerta del local.

—Te dije que debías salir —me asusta su voz a mi espalda —. Punto para ti por hacerme caso.

Ni si quiera se para o espera a que responda, tengo muchas preguntas que hacerle pero no sé ni por dónde empezar. Se marcha caminando despacio y yo solo puedo observarla hasta que su figura desaparece entre el resto de coches.

¿Quién es? ¿Cómo es capaz de encontrarme? ¿Cómo es capaz de perderse así de rápido? ¿Cómo...?

AlondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora