Silencio palpable

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Éramos compañeras de clase en la universidad, estudiando la misma carrera. Alejandra Villarreal era la estudiante perfecta, siempre con sus apuntes organizados y sus proyectos entregados con anticipación. Yo, por otro lado, era un poco más relajada, siempre corriendo para entregar mis tareas a tiempo.

Los primeros días de clases, yo veía a Alejandra de lejos, sin saber su nombre, sin saber nada de ella. Solo sabía que era la chica con el cabello oscuro y los ojos cafe mas lindos, que siempre estaba sentada en la primera fila, tomando notas con una dedicación que me parecía admirable.

No sabía que existía para ella, y supongo que tampoco me interesaba demasiado en ese momento. Pero no podía evitar mirarla de vez en cuando, preguntándome qué historia habría detrás de esa chica tan enfocada.

Un día, mientras estaba estudiando en la biblioteca, la vi sentada en una mesa cercana, rodeada de libros y papeles. Me sorprendió verla fuera del aula.
Ella levantó la vista y nuestros ojos se encontraron por primera vez.
Me senté en una mesa lejos de ella, tratando de concentrarme en mis estudios, pero no podía evitar mirarla de reojo. Me encantaba verla sonreír para sí misma mientras leía un libro, o fruncir el ceño cuando estaba concentrada en una tarea.
La idealizaba, creando una historia perfecta en mi mente. Me imaginaba que era una persona profunda y sensible, con un corazón lleno de pasión y creatividad.
Pero, al mismo tiempo, me daba miedo acercarme a ella. Me parecía que si hablaba con ella, la imagen perfecta que tenía en mi mente se desmoronaría. Así que seguí admirándola de lejos, contentándome con pequeños vistazos y sonrisas furtivas.

Al día siguiente, mientras estaba estudiando, escuché su risa. Era una risa melodiosa y contagiosa que me hizo sonreír sin darme cuenta. Y entonces, nuestros ojos se encontraron de nuevo. Esta vez, no pude evitar sonreírle, y para mi sorpresa, ella me sonrió de vuelta.
El silencio entre nosotras se volvió casi palpable. Ambas sabíamos que habíamos compartido un momento, pero ninguna de las dos tuvo el valor de romper el hielo. Así que seguimos estudiando, cada una en su propia burbuja, pero con una conciencia aguda de la presencia de la otra. De vez en cuando, nuestras miradas se cruzaban, y yo sentía un pequeño latido en mi pecho. Pero no pasaba nada. No había palabras, solo un silencio cómodo y un poco incómodo al mismo tiempo.

Mientras estaba perdida en mis pensamientos con la mirada fija en mis apuntes escuché la puerta de la biblioteca cerrarse. Me sentí un poco desorientada cuando me di cuenta de que ella ya no estaba. La biblioteca parecía vacía y silenciosa sin su presencia. Me pregunté si había sido solo una ilusión, si realmente había estado allí todo este tiempo.

Miré mi reloj y vi que había pasado más de una hora desde que habíamos intercambiado miradas. Me sorprendió cómo el tiempo había volado. Me sentí un poco decepcionada por no haber tenido el valor de hablarle.
Recogí mis cosas y salí de la biblioteca, sintiendo un vacío en mi pecho.

No soy invisible y tal vez existoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora