Te veo, te vi, y tal vez existimos juntas.

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Maya

Al día siguiente, me presenté en la universidad con una anticipación inusual, llegando tres horas antes de lo que ella solía hacerlo. Me dirigí directamente a la biblioteca y con pulso firme, escribí una nota que reflejaba mi anhelo más profundo: "Si tú me ves, si tú me viste, no soy invisible y tal vez existo". Dejé la nota en la mesa, y me marché a mis clases, intentando ignorar la presencia de ella, aunque mi mente estaba llena de pensamientos sobre nuestra conexión.

La espera se hizo interminable, pero finalmente sonó el timbre que marcaba el final de las clases.

Con una mezcla de emociones, me dirigí de nuevo a la biblioteca, preguntándome si la encontraría y si habría respondido a la nota. Mi corazón latía con inquietud mientras empujaba la puerta de la biblioteca y entraba en el silencio reverente que reinaba en aquel lugar. La biblioteca estaba vacía, excepto por la posibilidad de que ella estuviera allí, esperándome. Mi mirada escaneó el espacio, buscando su figura familiar. Y entonces, la vi. Estaba sentada en la misma mesa, con una expresión que parecía indicar que había leído mi nota. Mi corazón se detuvo por un instante, mientras mi alma esperaba con ansiedad su respuesta. ¿Qué había escrito? ¿Qué significaba para ella mi mensaje? La incertidumbre era casi insoportable.

Esperé con paciencia hasta que ella salió de la biblioteca, sin que me viera, y entonces me acerqué a la mesa donde había estado sentada. Allí, encontré la nota que había dejado para mí, y mi corazón comenzó a latir a mil por hora al leer las palabras: "Te veo. Te vi. Y tal vez, existimos juntas". Sentí una oleada de emoción que me invadió por completo, y mi alma se sintió conectada a la suya en ese momento. Me sentí vista, me sentí reconocida, y me sentí viva. Jamás en mi vida me había sentido así, y no sé con exactitud que significa esta extraña sensación en mi pecho que me hacía sentir tan tonta cuando la miro, pero me asusta, y se siente tan prohibido.

Salí de la biblioteca, con la nota en la mano, y busqué con la mirada a la autora de aquel mensaje. Pero ella ya no se encontraba en el lugar. Me sentí un poco decepcionada, pero la emoción de la nota aún resonaba en mí. Resignada, salí de la universidad y comencé a caminar con torpeza hacia mi casa. El sol se había puesto ya, y las calles estaban iluminadas por faroles de gas que proyectaban sombras en los edificios. El aire estaba lleno del olor a carbón y a humo de las chimeneas. Mi mirada se detuvo en un letrero neon que brillaba en la oscuridad de la noche, afuera de una de las viejas cafeterías de la zona, un lugar de reunión para artistas y bohemios. De mañana era una cafetería y de noche se convertía en un desastroso bar. El letrero decía: "Barra gratis de bebida y una banda de invitada especial". Me sentí desinteresada al principio, no me gustaban los lugares con tanta gente, pero la barra gratis tal vez podría hacerme cambiar de opinión. Algo en ese momento me hizo considerarlo. Tal vez era la adrenalina del momento, tal vez era que hoy es un martes aburrido, o tal vez era ese tonto problema que tengo de perderme algo.

Cuando llegué a mi casa, me sumergí en las tareas pendientes que me habían estado esperando, procurando distraerme del aburrimiento que me consumía. Preparé la cena para mi madre y para mí, y hasta me tomé el tiempo de bañar a mi leal compañero canino. Sin embargo, una vez que terminé con mis responsabilidades, el aburrimiento volvió a hacer acto de presencia, como una sombra persistente que no me dejaba en paz. Eran las 10 de la noche, y el letrero neon de la cafetería seguía resonando en mi mente, como un canto de sirena que me llamaba hacia lo desconocido. Al principio, dudé, debatiendo durante una hora si debía ir o no. Pero finalmente, la curiosidad y la necesidad de escapar de mi rutina ganaron la batalla. No tenía nada que perder. Me vestí con sencillez, sin pretensiones, eligiendo una falda larga de color marrón, camisa de botones blanca y encima un chaleco negro, y claro que no podían faltar mis botas desgastadas. No me arreglé demasiado, ya que no planeaba quedarme más de una hora en ese lugar.

No soy invisible y tal vez existoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora