Ya no tendre que imaginar tu nombre

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Maya

Hoy llegué a la Universidad con una tardanza imperdonable, habiendo perdido las dos primeras clases debido a un sueño profundo y prolongado que me había vencido la noche anterior. Mi llegada, que se produjo cuando apenas faltaban quince minutos para que concluyera la tercera clase, fue acompañada de una sensación de nerviosismo y aprensión que me oprimía el pecho. Me acerque al aula a paso lento, no quería llegar, me daba tanta pena enfrentarme al intimidante maestro, no es la primera vez que me llama la atención enfrente de todos, pero hoy no quiero hacer el ridiculo frente Alejandra. Me dirigí hacia el profesor, un hombre de autoridad, alto, elegante y sobre todo intimidante, y le solicité permiso para ingresar a la clase, a pesar de mi tardanza. Sin embargo, su rostro se ensombreció y me dirigió una mirada de desaprobación que me hizo sentir como si hubiera cometido un delito grave.

¿Cómo es que llega usted tan tarde, señorita? Me preguntó con una voz firme y severa. ¿No sabe que la puntualidad es una virtud esencial en cualquier institución educativa?
Me sentí como si hubiera sido objeto de una reprimenda pública, y la vergüenza me invadió el rostro. Mis compañeros de clase me miraban con curiosidad y pena, y yo podía sentir sus ojos sobre mí como si fuera una criatura bajo un microscopio.

Me senté en mi lugar, tratando de pasar desapercibida, pero no podía evitar sentirme incómoda. La mirada de Alejandra me seguía, sentía su mirada clavada en mi espalda. Me preguntaba si podría recuperarme de esta situación, si podría demostrar que no era una persona descuidada y negligente, tal vez si lo era un poco, pero le puede pasar a cualquiera... El resto de la clase transcurrió de manera tan lenta y aburrida, finalmente sonó la campana que anunciaba el fin de la clase, me sentí como si hubiera sido liberada de una prisión. Guarde mis cosas y salí de la sala de clases con la cabeza baja, tratando de evitar la mirada de Alejandra. Y me apresuraba a reunirme con mis amigas, Dinah y Camila, para asistir al cine. Llevaban ya una hora esperándome, y no deseaba demorarme más. Mientras me dirigía hacia la salida, Alejandra pasó por mi lado a paso apresurado, rozando ligeramente nuestros brazos. Parecía no haberse percatado de mi presencia, ni siquiera se disculpó. ¿Qué la hacía caminar con tanta prisa? Mi mirada la siguió mientras se alejaba, y entonces vi lo que había captado su atención. Un hombre muy apuesto la esperaba en la salida, sonriendo mientras ella se acercaba. Su rostro se iluminó con una sonrisa radiante, y su paso se aceleró aún más. Mi mente comenzó a hacer conjeturas mientras observaba la escena. Alejandra se acercó al hombre y se detuvo frente a él, sonriendo también. Su conversación fue breve, pero pude notar la conexión entre ellos. El hombre le dio un beso en la mejilla, y Alejandra se rió y sonrió. Me sentí un poco fuera de lugar, observando la escena. No quería parecer una espía, así que me di la vuelta y seguí mi camino hacia la salida.

Finalmente, llegué al estacionamiento y encontré a mis amigas, Dinah y Camila, esperándome junto al auto. Me sentí aliviada de haber llegado por fin.

Hola, señorita 'me-tardo'. Dijo Camila, riendo mientras me daba un abrazo que casi me asfixia.

¡Cuánto tiempo sin verte! Agregó Dinah, también riendo.

Nos vimos ayer, exageradas. Dije rodando los ojos en broma, muy en el fondo las había extrañado tanto también.

Le tengo que rogar mas a ustedes para que tengamos una cita, que a mis padres para que me dejen salir. Se quejó Camila mientras le daba un empujón a Dinah, ya que por su culpa se habían cancelado las últimas tres citas que planeamos.

Nos subimos al automóvil y pusimos música mientras nos dirigíamos al cine. Camila puso una playlist de valses y empezamos a cantar y bailar en nuestros asientos. ¡Vamos a ver una película de terror! Gritó Dinah, emocionada.
Aay noo, yo quiero ver una de amor. Agregó Camila, riendo.

No soy invisible y tal vez existoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora