Cuarto Capítulo

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Cuando atravesamos una etapa dificíl nos cuesta creer que alguien atraviese por una etapa similar o peor. Sin embargo, aunque llevamos diferentes estilos de vida, vivimos al mismo tiempo que los demás. No es imposible que dos corazones duelan a la misma vez ni que el dolor de uno sane las heridas del otro.

AÑO 600 (Gulfrae con 14 años)

Gulfrae paseaba por el jardín de rosas afuera del castillo. Riendo mientras corría entre los arbustos de rosas. De brazos abiertos no para abrazar, pero recibir la cálidez de las rosas en sus dedos. El jardinero recién las había alimentado entonces algunas se sentían húmedas. Venus le imploraba que tuviera cuidado pues, algunas rosas, sin importar cuán hermosas fueran tenían espinas. Ajeno a las advertencias, el príncipe se cortó. Sólo así se detuvo.
Observó el chafariz rojo que emanaba de su dedo. Se escurría como si siempre hubiese querido escapar. Como si hubiera anhelado la libertad toda su existencia.

—Se lastimó, Joven Súchil. Permítame remediarlo. — El jardinero, un hombre del aspecto de un oso, pero del agrado de las flores lo alcanzó antes que Venus. El hombre limpió la herida con el paño que colgaba en su hombro. Presionando poco, limpiando mucho. Hasta que la herida era una separación diminuta en el pellejo de la piel. Ambos se miraron a la cara con sonrisas. Venus le agradeció desde atrás y gentilmente palmeó los hombros de Gulfrae.

—¿Cómo se dice, Gu?

—Oh, sí, ¡muchas gracias!

El jardinero, por más gentil que fuera, no supó qué nubló los pensamientos de su mente. Un pitido lo ensordeció y condujó sus manos a sus oídos. Gritando que se detuvieran. Implorándole ida a esos demonios lascivos. Pero lo poseyeron sin más. Al dejar de cubrirse las orejas, miró a Gulfrae con desdén. Ambos le preguntaron si estaba bien. Cada uno obtuvo la respuesta por separado: Venus recibió un puño que lo tumbó a pasos lejos y Gulfrae fue empujado al suelo. El jardinero lo acaparó con su cuerpo mientras que el princípe pedía detenimiento.

En el transcurso, Gulfrae notó una rosa con espinas. Arriesgó su mano al arrancar ese tallo de la tierra y apuñaló al jardinero en el cuello con la rosa. Acto seguido corrió, ayudando a Venus a levantarse y sacándolos del jardín. Entraron al castillo pidiendo ayuda. —¡GUARDIAS, NECESITAMOS AYUDA!

Dos soldados de armadura pesada vinieron corriendo. Dispuestos a ayudar. —¿Joven Súchil?

—¡Guardias, el jardinero enloqueció y nos ha lastimado! Viene para acá, por favor hagan algo.

Los guardias no respondieron. Simplemente se le quedaron mirando. Venus lo notó e incluso él, al mirar a su jóven señor, sintió la maldición. Una atracción preponderante emanaba del jóven a quién veía como eso, un joven, no un hombre. Escuchó el mismo pitido que el jardinero trató de eludir. —Venus, ¿Qué te ocurre? Venus. — Sabía que el joven señor hacía preguntas, pero no escuchaba con claridad. Cayó al suelo intentando cubrirse los oídos. Los soldados acorralaron al princípe, que intentó huir, pero chocó con el jardinero.

Al voltear, el desdén del jardinero había incrementado y el deseo de los soldados aún más. A todos lados que mirase se topaba con esos rostros malignos. Gulfrae pidió a por su padre mientras nuevamente lo aventaron. Sujetaron sus muñecas contra el suelo. Ignorando su llanto.

Venus, aún consciente, gruñó ante la escena y se levantó. Agarró la antorcha de la pared y corrió hacia los soldados. —¡Aléjense de él! QUITEN SUS SUCIAS MANOS DE ENCIMA. — Noqueó a todos con golpes en la cabeza y espalda. Cuando todos cayeron, él tiró la antorcha sangrienta con manos temblorosas. Se acercó a su señor, que tomó asiento y lo sujetó de las mejillas para revisarlo.

—¿Estás bien, Gu? — Olvidó los honoríficos y lo verificó entero. El princípe dijo que estaba bien y le regresó la pregunta.

—Usted no se preocupe por mí, joven señor, yo estaré bien mientras usted lo esté.

LPAC• MewGulf, EvanEnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora