Quinto Capítulo

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•Grecia•

El cuervo anunció su llegada con un graznido, parado al borde de la ventana del dormitorio del rey. Los doseles anaranjados de la cama no cubrían los actos del rey en la cama. Una meretriz en sus cuatro lo satisfacía sin satisfacerse así misma. Ella tenía un amortiguador de riendas de caballo en la boca y él tiraba de las riendas cuando le complacía, disfrutando sus agonizantes gemidos. El hombre miró la ventana una sola vez. —Déjalo.— Le ordenó al cuervo. El cuervo obedeció, quitándose la carta con el pico y surcando los cielos.

Con una maldición, se corrió, mientras que la chica esperó la orden de irse.

Temblorosa y sollozante.

—Vete. — Él ordenó. La chica gateó tan rápido como pudo, cogió su ropa entonces se fue. Mientras ella se iba, una mujer mayor entraba. Una mujer de cabello blanco y vestido granate. Ella desvío la mirada tan pronto el hombre se alejó de la cama desnudo. Sin pudor ni vergüenza. —No oí que pidieras reunirte conmigo, Mocza.

—Quizás no escuchaste a los sirvientes decírtelo mientras intimabas con tus meretrices, Gustavo.

—Mieerda. — Protestó el rey al leer la carta. —¿Qué los hace tardar?

—Le cortaste la lengua a la mejor cantante de Grecia, a MI cantante, sólo porque te rechazo y como está desempleada la tienes para esto. — La mujer señaló la cama junto a los doseles. —Se acabó. No te daré ni una más de mis mujeres. Ni siquiera te las ofreceré.

—Tus mujeres no pueden rechazarme.

—Ella fue sólo una sugerencia. No estaba obligada a estar contigo. Tú eres un mal perdedor. Yo renuncio.

—Pues vete. Me importa un carajo que renuncies o no. De todas maneras siempre consigo lo que quiero. ¡Vino! — Ordenó y los sirvientes en la puerta se apresuraron en conseguirlo.

•Mares de Egipto•

El barco se mueve por el mar con la noción de una pluma. El príncipe nunca había estado en el mar, mucho menos, sobre un barco. Ahora miraba todo con asombro, amando los fuertes vientos sobre su piel mientras que el gálago posaba en su hombro. —Padre me había hablado de los mares, ¡pero no sabía que navegar era tan divertido!

—Habla por ti. — Venus alcanzó el borde entre arcadas hasta que sus mejillas se inflaron y vómito al mar. Tras hacerlo acostó la mejilla en el borde, exhausto. —A mí me marea. — El príncipe carcajeó con las elocuencias de su sirviente y volteó curioso hacia el silencioso trovador. A su lado se sentó, abrazándose a sí mismo. El trovador dejó de acariciar la guitarra, expectante.

—Curioso. Llevamos horas en el océano sin escuchar una sola canción. ¿No somos lo suficientemente inspiradores?

—Son personajes interesantes. La máscara habla por sí sola y no intenta engañar sino cautivar. — Aquel individuo mide la máscara sin tocarla. El príncipe se le queda viendo. —Aún no han ocurrido más noches para terminar la letra.

—Canta una que sí sepas. Una vieja.

—Mm. Ok. — Su primer y único espectador aplaude silencioso, sonriendo con los ojos. Luego envuelve sus rodillas en un abrazo y reposa el mentón sobre los brazos. El hombre cincela las primeras dos cuerdas. Creando un tonado gentil. A ello tararea, "Hmm."

—Cuántas estrellas debo contar para verte

Eres el único plato que me llena,

la gota que no colma mi paz,

mi compás cuando estoy perdido

Mi

amor.

LPAC• MewGulf, EvanEnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora