Octavo Capítulo (FINAL)

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Gustavo Occio perdió la consciencia cayendo afuera de la cama. Los Niiphis se apresuraron en matar a todos los individuos de alrededor mientras que Mew cojeó hasta Gulfrae. Liberó al príncipe de todas las ataduras y este lo abrazó de inmediato. —Mew. Él… me iba a mantener aquí todos los días. Siendo…  siendo…

—Tranquilo. Eso no sucederá. Yo no lo permitiré. — Cyrus lo retrocedió, mirándolo a los ojos con caricias en las mejillas. —Estás a salvo de las rosas, ¿recuerdas? Es una promesa.

Gulfrae asintió y miró a Gustavo con desdén. —Ahora nos toca ir al calabozo. — El samurái adelantó la próxima parte del plan.

—Sí, pero antes. — Gulfrae delicadamente sujetó la katana del samurái y acercó su mejilla al filo. Se provocó un pequeño corte horizontal justo debajo del ojo. La sangre abrió paso en tres líneas. —¿Sigo siendo bonito?

—Nunca fuiste la gran cosa, primor.

—Mentiroso. — Rió Gulfrae.

Al hacer eso, los hombres restantes dejaron de ser poseídos y huyeron de la habitación. La maldición ya no tenía efecto sobre nadie y los Niiphis se alegraron de mirarlo al rostro sin sufrir las consecuencias. —Es bueno finalmente verte a la cara. — Enzo opinó.

—Rayos. Eres muy guapo. — Evans dijo. El príncipe y el samurái rieron un poco.

—Pude haber ahorrado mucho dolor si tan sólo me atrevía a arruinar mi cara. ¿Venus habría seguido vivo?

—La muerte no se cuestiona, se recuerda. Así mantenemos la brecha entre la vida y la muerte. — Mew recomendó en voz baja. Gulfrae sonrió.

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Gustavo Occio despertó.

Desnudo y colgando del techo. Él usaba riendas. Exactamente las que hizo para Gulfrae. Lo primero que vieron sus ojos fue a Gulfrae parado frente a él y al verdugo temblando a su lado. El verdugo sujetaba su hoz favorita y esperaba las órdenes del nuevo emperador. Que pensaba con una mano en el mentón. Los Niiphis aguardaban en la puerta.

—Por dónde debería empezar… — Gulfrae lo rodeó en círculos. Escaneandolo de pies a cabeza hasta parar en el mismo sitio. El rey negó incontables veces e incluso se retorció como el cobarde que era. Murmurando incoherencias tras el amortiguador. —Comencemos por esto. No lo necesitará. — El verdugo le cortó el pene lenta y dolorosamente. Rebanando de lado a lado. Gustavo gritó detrás del amortiguador hasta que el charco de sangre creció bajo sus pies. El órgano viril fue arrojado por alrededor y Gustavo sólo temblaba.

—Estos. También deberían irse. — El verdugo obedeció, arrancándole los pezones. Gustavo solo se retorció, gritando más.

—Bájalo.

Lo descolgaron. Haciéndolo caer de rodillas sobre su estómago. El rey respiró angustiado mientras que Gulfrae se inclinó detrás y tiró de las riendas de él, obligándolo a sentarse. A mirar al pequeño público delante: los Niiphis, el verdugo y Raya la esclava. —Le cortaste la lengua a una cantante sólo porque te rechazó. ¿Tienes idea de lo egoísta que fuiste? — Gulfrae habló en su oído. El rey asintió incontables veces con lágrimas en los ojos.

—Separaste familias, violaste, mataste y todo bajo el pretexto del poder. Pero eso no es poder. Te mostraré lo que es poder.

El verdugo le entregó la hoz a Raya y Raya se acercó con lentitud. Ajena a las lágrimas del rey. Adhirió la hoz a la garganta ajena y lo degolló. Su vestido se llenó de sangre. El rey se ahogó con sus propios gemidos y la vida abandonó sus ojos. Raya miró a Gulfrae aliviada. Lágrimas bajo los ojos. El nuevo emperador asintió en su dirección con el mismo sentimiento. —Las promesas son poder.

LPAC• MewGulf, EvanEnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora