Yo llevaba un día muy tranquilo.
Casi dos semanas de ir sin pañales en clase y no tener ningún accidente me habían proporcionado una tranquilidad de la que hacía meses que no gozaba. Hoy me encontraba disfrutando de una de las tareas más complicadas del parvulario: hacer muñecos de plastilina. Creedme que no es una actividad tan fácil como parece. Mi sucia bata escolar ya se aseguraba de demostrarlo a todo el mundo.
María, la maestra, pasaba regularmente por las distintas mesas de la clase, que ocupaban 5 o 6 niños y niñas de 4 años (exceptuando la mía, claro, en la que uno de los niños tenía 25). Cuando llegó a la nuestra felicitó a todo el grupo por lo bonitas que eran las esculturas de plastilina y se agachó a mi lado, pasándome su mano por mis cabellos a modo de carantoña y preguntándome como estaba.
-Muy bien- respondí contento.
-Dos semanas ya. ¡Eres un crack!- dijo entonces ella, a lo que respondí con una sonrojante sonrisa.
María sonrió y volvió a levantarse para terminar con la clase. Yo, como ya he dicho, llevaba un día muy tranquilo. Pero entonces María pidió nuestra atención, callamos todos y nos anunció que ahora, para la siguiente hora, vendría una señora que era policía a contarnos su trabajo.
Eso no me gustó, así que por primera vez en un tiempo, me puse nervioso. Me entró un poco de miedo, pero como mis compañeros parecían muy emocionados con la idea, me calmé.
Estábamos recogiendo un poco la clase cuándo la señora policía, una mujer de unos 40 años, más alta que yo, de postura rígida y gafas de sol reposando en su pelo castaño, entró en nuestra clase. Yo me encontraba de espaldas a ella cuando María le abrió la puerta y la hizo entrar, así que no me di cuenta hasta se dirigió a mi.
María le había pedido que se esperara un momento mientras llevaba un niño al baño, que ahora la atendía y empezaríamos la charla. Supongo que al ver a otro adulto en la sala interpretó que yo era también un profesor (pese a ir con bata escolar), así que me dió un par de golpes en el hombro para tomar mi atención.
Yo me volteé ligeramente asustado, puesto que estaba concentrado en recoger mi mesa, y me sobresalté al ver su imponente figura. No respondí. Ella, que se llamaba Sonia, se volvió a presentar.
Me la quedé mirando sin saber qué decir. A su alrededor se habían congregado un grupo de curiosos que habían abandonado sus tareas para observar de más cerca el apretado uniforme que llevaba la señora polícia, así como su porra y su pistola, en las que me estaba fijando yo ahora también.
-H-hola- conseguí finalmente pronunciar.
-Hola, hola. Como te decía, soy Sonia. Ya me ha dicho María que en breves empezamos. ¿Necesito saber algo más? ¿Está bien si hacemos veinte minutos de charla y luego vamos ya a algo más divertido para los niños y niñas?-
-No... yo... - no sabía como decirle que yo también era un alumno, y que no sabía nada de su visita hasta hace 10 minutos.
Miré hacia el baño, para ver si María volvía. No era así.
Sonia, la polícia, me miró con cara de no entender nada, y me volvió a tocar el hombro.
-¿Me escuchas o no?- dijo ella en un tono que, a mis orejas, sonó a más que inquisitivo.
-Sí, sí... pero es que yo no...-
-A ver si tendré que sacar la porra- Dijo ella, claramente en broma.
Estaba completamente bloqueado. Aparté la mirada y mis ojos se fueron a la porra extensible de Sonia. Sin previo aviso, me empecé a hacer caca encima.
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¡A parvulario!
SonstigesLuis, un joven de 25 años, se ve obligado a empezar Parvulario otra vez tras tener embarazosos accidentes estando con su novia, Laura, quien no tiene tiempo para ir cambiando pañales. Luis intentará sobreponerse a la situación, pero le espera una hu...