VII

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"te odio tanto" admitió enzo al salir de la oficina del profesor suplente, a lo que julián lo miró con cierta resignación.

"¿en serio? no me había dado cuenta, pelotudo" murmuró y enzo bufó.

"es todo tu culpa. ¿cuál es tu necesidad de buscar pelea todo el rato?" preguntó enzo, enojado. "sería tan felíz si no me jodieras... si desaparecieras, sería lo mejor de todo" admitió.

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"sos un forro" acusó julián. "y un sinvergüenza también" sumó.

"mirá quién habla" se quejó enzo.

"no hay cosa que me enorgullezca más que no ser más tu amigo" murmuró con asco.

"bien que te gust-" julián le dió una cachetada con mucha fuerza, y demasiada bronca acumulada.

del otro lado de la puerta, o sea, en la oficina del profesor, se escucharon pasos.

julián miró con odio y asco a enzo.

"no vuelvas a decir eso, ni siquiera se te ocurra terminar de pensarlo" amenazó. "cualquier cosa que haya pasado antes, o que no haya pasado, fue todo un error de tan pelotudo que fuí. con vos no hay forma de que pueda mirarte y no ver a un mentiroso" acusó y, sin mucho más que decir, se alejó.

enzo se tocó su cara, roja, dolorosa y febril por la paliza tan fuerte que el cordobés le había dado. bufó, sintiendo su dignidad por el suelo.

era su culpa a fin de cuentas. ¿quién lo mandaba a sacar temas del pasado?, él tampoco se la bancaría si el otro lo hiciera.

por primera vez tuvo que darle la razón a julián.
















última clase del día, donde enzo y julián debieron sentarse juntos (castigo que había llegado a oídos de todos los profesores, lastimosamente) aunque eso trajo más problemas que soluciones.

clase del profesor armani.

la mayoría le tenía el aprecio merecido, ya que los trataba bien, y solías aprobar fácilmente su materia.

nunca habían llegado al punto límite de su paciencia. nunca, hasta que le tocó tener a ambos adolescentes que se odiaban entre sí, sentados juntos.

en medio de la clase, sin que nadie supiera por qué o cómo, enzo fue ocurrente con su forma de molestar a julián, quien se había alejado de él lo más posible.

con una sonrisa, se acomodó, y de forma muy lenta y disimulada, comenzó a sacarse las zapatillas marrones de tanta tierra acumulada.

"¿qué hacés?" preguntó julián al sentir el codo del otro en sus costillas, y al ver lo que estaba haciendo, comenzó a sentir prontas arcadas de asco. "sos un sucio" susurró.

las dos zapatillas estaban en el piso, y sus pies estaban al aire.

julián nunca fue fanático de los olores fuertes, y de hecho, era de esos que odiaba el queso roquefort por su olor... bueno, el olor hediondo a pata que desprendían las de enzo, era indudablemente el peor olor que podría haber sentido.

sentía que podría desmayarse.

no fue el único en notarlo, ya que el profesor recibió múltiples de quejas por el olor a zanja con cuerpo en descomposición que había en plena aula.

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