Capitulo VI

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BEATRIZ MENDOZA
CAPÍTULO 6

Otro día normal en Ecomoda. Por asuntos de las franquicias, Armando, Mario y Daniel estaban reunidos en presidencia, pero lejos de ponerse de acuerdo o de discutir las cosas como adultos, estaban peleándose como niños. Betty y Marcela ya habían ido de a una a llamarles la atención varias veces, pero los ”niños” se seguían portando mal, hasta que decidieron entrar por última vez, y juntas.

Marcela: —¡Por Dios! Parecen niños. No pueden seguir así, toda la planta ejecutiva está escuchando sus discusiones infantiles.
Mario: —Mi amor, estamos discutiendo sobre las franquicias.
Betty: —Intenten ponerse de acuerdo.
Daniel: —Pues, Beatriz, aclaremos los tantos, cuando acepté este empleo, dejé en claro que ninguno de estos monigotes serían mi jefe. Solo respondo ante usted.
Armando: —En todo caso, aclaremos que el doctor mortis, tampoco es jefe.
Betty y Marcela, estaban hartas de sus esposos y de Daniel, por lo que sólo mirándose a los ojos se pusieron de acuerdo en algo, encerrarían a los ejecutivos en la sala de juntas. Marcela cerró la del pasillo y Betty la que daba a la oficina de presidencia.
Mario: —Abran, por favor.
Betty: —Se quedan allí hasta que se comporten como adultos y resuelvan sus diferencias.
Armando: —Betty, mi amor por favor, no me dejes con estos locos.
Betty: —Lo siento, ”doctor” Mendoza, aquí soy su jefa y necesito que arregle sus diferencias con el doctor Valencia.
Daniel: —Hermanita por favor.
Marcela: —Hermanita, nada. Daniel Felipe Valencia, más te vale que arregles tus diferencias con Mario y Armando. Y lo mismo va para ti, Mario.

Por primera vez en su vida, estas mujeres se ponían de acuerdo en algo, era para bien de sus esposos, su familia y sobre todo de su empresa. Betty lo hizo por enojo, por un impulso, en cambio Marcela lo hizo porque tenía la esperanza de que podían llegar a un arreglo, ya que en el pasado, estos locos, fueron amigos inseparables, pero la vida los fue alejando poco a poco.

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Años ’80

Armando Mendoza, Mario Calderón y Daniel Valencia, eran tres amigos inseparables, los tres iban al Gimnasio Moderno, y todos los fines de semana salían de cacería. Estos jóvenes eran el terror de las gacelitas de Bogotá, si Armando era el tigre, Daniel era el león que devoraba todo a su paso, no había límites a la hora de salir de cacería, excepto uno, las novias y las hermanas de los amigos, eran intocables.
Aunque la adultez y la muerte temprana de sus padres lo hizo madurar rápidamente, uno de los más terribles en su juventud fue Daniel Valencia, quién además, muchas veces metía en problemas a sus amigos. Cómo en aquel verano en el club.
Durante el receso de verano, solían pasar mucho tiempo en el club, que contaba con varios servicios, como canchas para deportes, gimnasio y una enorme pileta entre otros. Lo que más disfrutaban estos jovencitos era la pileta, no sólo por diversión sino por la guardavidas, era una rubia preciosa, del que los tres estaban ”enamorados”, es decir, ellos tres y toda la concurrencia masculina, pero la señorita era una profesional y no le paraba bolas a nadie.
Fue entonces, que a Daniel se le ocurrió un brillante plan, aunque sea para robarle un beso a la bella señorita, pero no le contó nada a nadie para que sea más creíble.
Una de esas tardes, aun siendo un experto nadador, se acalambró y se ahogó. Estaba inconsciente cuando la bella bañera lo rescató, tuvo que hacerle respiración boca a boca, mientras sus amigos estaban pálidos de la angustia. Mario y Armando se quedaron tiesos cuando segundos antes de que empiece con la maniobra, el muy pícaro les guiñó un ojo. Cuando empezó el procedimiento, Daniel, la tomó del cuello y la besó, claro que esto no fue gratis, ya que la muchacha tenía la mano pesada y le dio una tremenda bofetada.
Luego siguió una sanción en el club, quedando suspendidos toda la temporada de verano, los tres, porque todos creyeron que los otros dos tarambanas eran cómplices, además de la enorme reprimenda de sus padres.
Ninguno se justificó de la culpa, porque se sentían ”orgullosos” de la hazaña de su amigo.
Mario: —Usted es mi héroe hermano, jamás se me ocurrió ese truco.
Armando: —Lo que más me molestó fue la cantaleta de mi papá, pero ni modo, es usted mi nuevo héroe.
Daniel: —No exageren, ahora me tienen que hacer un favor, me tienen que acompañar al club a pedirle disculpas a Analía.
Mario: —No me diga que se arrepintió.
Daniel: —No es eso, es que con el discurso moral de mi padre, comprendí que eso no estuvo bien…
Armando: —¿Le entró la culpa?
Daniel: —Un poco.

Beatriz MendozaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora