Tercera entrega de la Saga Venganza.
Finalmente las cosas están yendo bien. El restaurante está restaurado y abierto al público. La vida continúa ¿no es lo que dicen?
Entonces, los ataques empiezan. Bombas. Asesinatos. Ser cazados como venados.
¿...
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Un mes después...
La puerta se abrió con el de seguridad exclamando:-¡De pie!-
Todos obedecieron. La corte estaba repleta con gente como ellos esperando su turno con la juez. Con Vittoria dormida en sus brazos, se levantó de la silla. La abogada a su lado hizo lo mismo. Una mesa a su izquierda, Lorenzo sentado con su propio abogado, también se pusieron de pie.
La jueza Hamilton entró y se dirigió por la parte detrás del estrado. Vestía su larga toga negra y usaba unas enormes gafas impidiendo ver limpiamente su rostro. Corrió el sillón y se acomodó.
-¡Sentados!-ordenó de nuevo el de seguridad.
Se acomodaron de nuevo en sus asientos. La jueza tomó el archivo de su mesa y lo leyó un momento antes de alzar la mirada a ellos.-¿Señor y señora Sicciliani?-
Los abogados se pusieron de pie contestando a la vez:-¡Sí, su Señoría!- -¡Así es, su Señoría!-
-Muy bien. Entonces, ¿ya están los términos pactados? ¿Horarios de la custodia?-preguntó regresando la atención de nuevo al carpeta.
-¡Sí, su Señoría!- contestaron de nuevo en sincronía sus abogados.
Otro segundo más leyendo, y cerró la carpeta. -Pues, muy bien...- tomó el martillo. Les miró a Lorenzo y a ella a través de los enorme cristales de sus gafas.-Por el poder que el estado de Oregón me concede, les declaro, señor y señora Sicciliani, legalmente divorciados.-golpeó el martillo. -Se levanta la sesión. ¡Próximo!-
Sin nada más qué esperar, ella se puso de pie dirigiéndose a la salida lateral, evitando cualquier contacto. La abogada la siguió. Otro de seguridad en la puerta, se la abrió y salieron.
Se detuvieron al final de la gran escalinata que conducía al gran tribunal, despidiéndose con un apretón de manos.
Se dirigió a su Nissan. Acomodó a Vittoria en su sillita y se subió. Su mirada no pudo evitar ir al espejo retrovisor, y le vio igual que ella despedirse de su abogado y dirigirse a su Black Aston.
Rápido apartó la mirada, puso en marcha el motor, y se marchó.
Luego de casi una hora de viaje llegó al condado de Lane. Se desvió de la calle principal, y se adentró en la parte menos transitada de la ciudad. Condujo otro tramo más, y viró en una angosta calle entre dos edificaciones. Allí había un auto esperándole.
Apagó el motor, y dio una rápida mirada por los espejos retrovisores por alguien, y se bajó. Tomó la silla con Vittoria dormida y caminó.
La puerta del coche se abrió con ella saliendo.
-Ve con cuidado.-
-Lo tendré, Dav.-
Davinia le mantuvo la mirada y se alejó. Colocó a Vittoria en el asiento trasero, y subió.