07.

140 17 5
                                    




El único indicio de luz en aquella oscuridad se daba al observar el resplandor del gran aparato rectangular, que dejando que las figuras en el se mostraran a tal nivel de nitidez, conducía a aquel chico de tez blanca a un mundo en el que sus emociones explotaban con rapidez.

Su pequeños y rasgados ojos se encontraban cristalinos debido a las lagrimas que salían de ellos sin darle descanso al cuál ceder. Su nariz pequeña al rojo vivo semejante a una cereza que hacía movimientos de absorción al no querer ver a aquel líquido viscoso tan conocido caer. Sus labios rosados adornados de aquel polvo naranja de sabor artificial que igualaba al de sus mejillas y dedos; dejándole saber a cualquiera que lo observara que estuvo ingiriendo aquellas tan conocidas frituras dañinas.

Phuwin se encontraba en el calor de su habitación, sentado frente al gran televisor de esta, a una distancia que rogaba por ser mayor al lastimar sus ojos como respuesta a la cercanía de estos a la luz. Su delgado cuerpo cubierto por una manta roja gruesa que lo protegía del frío clima, al igual que la gigantesca sudadera verde olivo que usaba. Sus manos hundidas en la gran funda de plástico número diez contenedora de aquellas frituras tan adictivas, y su boca en constante movimiento al masticar estas con vehemencia.

Estaban tan dolido. Era como si sintiese en carne propia las emociones de la protagonista de aquella telenovela turca. Era inimaginable el dolor y las situaciones por las cuales cursaba en el proceso de la serie, y aunque estuviese ya en el capítulo diecisiete, todo parecía apuntar a que la actriz principal sufriría aún más.

Todo en Phuwin se desmorono aún más cuando el tipo que decía ser el amor de la protagonista, la dejó. Después de pasar por tantas cosas juntos, el solo se rindió y la abandonó. Más lagrimas rodaron por las mejillas del pelinegro y su rostro se contrajo en una mueca de tristeza. Mueca que duró poco pues después sintió su dolor ser remplazado vilmente por ira.

¿Acaso el tipo no veía que la chica estaba sufriendo?

La interrogante retumbando en su mente hizo que un pequeño berrinche se desatase en la habitación. Un Phuwin enojado por la inconsciencia del protagonista hizo estragos en el lugar. Unos de los que seguramente se arrepentiría luego. Se encontraba llorando y lanzando maldiciones cuando de repente el reloj marcó las ocho en punto de la noche, y su vista se fijó en un libro gigantesco de contabilidad que tendría como mínimo setecientas páginas.

Totalmente llevado por la ira, lo tomó en manos. No sabía muy bien que planeaba hacer con el. Solo se dejó llevar por sus emociones y fue entonces, cuando cargando aquel libro que tenía como fin el frío concreto, que sus pies jugaron mal a su favor e hicieron que se tropezase con la manta roja. Cayendo inevitablemente de bruces al suelo, el libro tomó rumbo propio y debido a la escasa lejanía con la ventana, salió por ella.

Phuwin contuvo un jadeo lleno de miedo al escuchar el impacto del libro a las afueras. Su habitación estaba en el quinto piso, era poco probable que el libro se magullara debido a su pasta dura, pero no quitaba el hecho de que podría dañarse de todas maneras. Así que, tomando de base sus manos, el delgado chico se asomó por la ventana, abriendo los ojos con horror al notar lo que su descuido había causado.

Había un chico desplomado en el suelo del patio a su frente con la cabeza sangrante e inmóvil. Un libro gigantesco por encima de su nuca. Un libro de contabilidad con el nombre de Phuwin Tangsakyuen en el.

Inevitablemente tembló asustado ¿qué era lo que debía hacer?

Su mente le estaba martillando una y otra vez nuevamente, pero con la diferencia de que ahora le decía que había matado a alguien con un libro de contabilidad.

—📱—

—📱—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
★ ; misión: detengan esa boda (pondphuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora