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Pond daba pasos pesados haciendo que el asfalto duro se sintiese más rocoso bajo la suela de sus zapatos y le hincará en la planta de los pies. Estaba enojado, tanto que se sentía incapaz de pensar con claridad.

Se encontraba en el patio trasero del internado, apretando aquel aparato en sus manos de manera tosca. Acababa de terminar una llamada con su padre y aquella no le dejó satisfecho en lo más mínimo. Estaba enervado con su progenitor y consigo mismo.

No había alcanzado el promedio que su padre le impuso y por ello, el señor de edad ya avanzada había nuevamente amenazado a su hijo con su posible nuevo puesto de trabajo en la aerolínea que manejaba.

Quería gritar y patalear como un niño, cosa que considero muchísimo luego de observar su alrededor desértico.

El hilo de sus pensamientos se expandió tanto que nudos y una gran ola de incertidumbre logró apoderarse de su mente. Una sensación nada grata se instaló en su pecho y la reconoció casi al instante.

Estaba entrando en pánico, con sus dedos ansiosos, su pecho oprimiéndole y su mente tornándose vulnerable.

Y hubiese seguido torturándose con cada uno de aquellos pensamientos que surcaban si aquel objeto no hubiese caído del cielo.

Algo duro que golpeó su cabeza e hizo que se desplomase en el rocoso asfalto, lastimándolo en el proceso. Un objeto pesado que terminó en su cabeza, desconcertándolo de sobremanera.

Su rostro quedó totalmente pegado en el dañino suelo, sintiendo cada parte de este arderle por el fuerte impacto. Se quedó en aquella posición por lo que pareció mucho tiempo, con su cabeza doliéndole tanto que sentía fuertes sacudidas marearle.

Cuando pensó que era capaz de moverse, giró su cabeza, y sintiendo el espeso líquido rojizo descender por su rostro, sacó el objeto de encima. Subió la mirada dirigiéndola al lugar de donde supuso había caído el libro, y notó la silueta de un chico por el extenso ventanal. A su parecer, riéndose por la manera en la que la grande sudadera verde olivo se movía, de espaldas negándole ver su rostro.

Contó los pisos de arriba a abajo y de izquierda a derecha como pudo buscando el número de habitación correspondiente, y se levantó tan rápido que su cabeza le pasó factura. De igual manera, corrió rápido. Tanto que sintió un martilleo doloroso en su cabeza y magullado rostro, suplicándole detenerse.

Subió las escaleras y contando las habitaciones, dió con la del chico de sudadera verde.

Tocó la puerta varías veces de manera desesperada. No sabía que era lo que trataba de hacer pero deseaba desquitarse.

Escuchó un leve quejido y luego la puerta fue abierta por un chico pálido de cabello negro que tenía los ojos y la cara roja, haciéndole suponer al castaño que había estado llorando. También, notó gran parte de su rostro empapado con polvo naranja, que inevitablemente hizo que el más alto pensase que lucía un tanto tierno.

Pero poco lo importó ello cuando alzó su brazo, dejando a la vista el pesado libro. Y sin meditarlo un segundo, habló:

—¿Esto es tuyo?

Observó el rostro del desconocido contraerse en una expresión parecida a alguien que había chupado un limón.

Iba a reclamarle y tal vez golpearle, pero su cabeza punzó de manera tortuosa, varios puntos blancos nublaron su vista y perdió la consciencia.

Cayó en las frías baldosas golpeando su cuerpo nuevamente, pero siendo sostenido por un asustadizo chico que buscaba tomar su cabeza para así evitar que se golpease al igual que su cuerpo.

★ ; misión: detengan esa boda (pondphuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora